“La interrupción, la incoherencia, la sorpresa, son condiciones habituales de nuestra vida. Se han convertido incluso en necesidades reales para muchas personas cuyas mentes se alimentan de cambios súbitos y de estímulos permanentemente renovados…”.
-Paul Valéry
Volver a confiar en las prácticas profesionales sobre las que hemos trabajado hasta ahora resulta una tarea complicada; los nuevos lineamientos serán un reto más en el entorno laboral. Encarar seriamente la tarea de construir un nuevo orden para deshacernos de viejos patrones y modelos que han resultado pesados de mantener en una época de crisis como la que ahora vivimos se ha puesto en el centro de la atención para muchos empresarios. El trabajo de despedirse de súbito de un camino que ha tomado tiempo construir condiciona una disolución y casi desaparición de muchos trabajos tradicionales, métodos antiguos de trabajo, modelos de negocio obsoletos, y formas de aprender y adaptarse que no funcionan o dejaron de funcionar.
La prueba de ello es sencilla y actual: una pandemia que genera una crisis profunda y que pone al descubierto aquellas carencias que hemos arrastrado evidencia la brecha cada vez más grande y profunda entre quienes “tenemos acceso” a la tecnología y al mundo digital y entre quienes no lo tienen. Se ha puesto en el centro del trabajo durante esta crisis a la tecnología comprendiendo que su verdadero valor no está en la propia tecnología sino en la capacidad de crear, compartir, proponer, viendo las infinitas posibilidades de interconexión y los nuevos modelos de negocio a los que podemos tener acceso.
Los nuevos formatos de trabajo están irremediablemente vinculados a la era digital y ello debemos verlo como la oportunidad de responder a los retos que tenemos de forma creativa e inteligente, haciendo que sea sustentable cada una de las propuestas. La flexibilidad junto al optimismo de transitar hacia entornos más dinámicos en nuestras empresas se fundamenta en el trabajo de cada persona que conforma el equipo de trabajo de una organización, sin su aportación es claro que no podremos desarrollar el potencial de forma positiva.
¿Te has preguntado qué es lo que falta en tu organización para avanzar con pasos seguros hacia una “nueva modernidad” o “normalidad”? ¿Contamos ya con estrategias que den sustento real a estas necesidades? ¿Qué es lo que necesita el equipo aprender para transitar ágilmente hacia una nueva “normalidad”? ¿Es tan rígida la estructura de tu organización que difícilmente admite el mero intento de renovarse o pensar fuera del orden? ¿La naturaleza de tus procesos está delimitada a prácticas irremplazables? Si no admite tu proceso opciones está claro que se reducen las posibilidades de éxito y es el momento de vislumbrar cuál es el puente que debes crear o construir para recuperar terreno.
La tarea de construir un nuevo formato que reemplace al viejo orden no forma parte de ninguna agenda formal de las organizaciones; no contábamos entre nuestros planes y estrategias corporativas con un manual que pudiera prepararnos para una pandemia y consecuente crisis, por lo que ahora la única opción que se vislumbra viable es concebir y gestar estrategias capaces de construir puentes, vínculos pero no “sólidos” que difícilmente pueden soportar la presión de fuerzas opuestas sino de edificar lazos capaces de adaptarse constantemente a las nuevas formas y dispuestos a cambiar y a desplazarse con facilidad hacia nuevos horizontes.
Es buen momento para retomar las propuestas de Zygmunt Bauman sobre la “Modernidad Líquida”, derretir los sólidos que nos estancan —según sus palabras— para transformarlos en fluidos que se desplazan con facilidad, que “fluyen”, “se derraman”, “se desbordan”, “salpican”, “manan”, cuya forma es muy difícil de mantener y para ello se requiere una atención constante y esfuerzo perpetuo, pero en cualquier caso el éxito será por lo menos una opción.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario