La divina locura de Alda Merini
Barcelona. Domingo, 12 de febrero de 2017. 05:20
Actualizado Domingo, 12 de febrero de 2017. 05:20
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Los poetas malditos suelen ser los más próximos a Dios. La locura, el delirio, la salida de uno mismo, el desencanto y la angustia desencadenan un espacio muy fecundo para la visión mística. Es cuando sufro que veo con claridad. Cuando eso se conjuga en femenino e italiano, se genera un prodigio de la naturaleza como el de Alda Merini. No la veréis en antologías de la poesía religiosa contemporánea, porque alguien todavía no ha tenido la vista de incluirla. Autora de libros de espiritualidad tan mortificante como excelsa como Poema della croce, Magnificat, Corpo d'amore. Incontro cono Gesù, la escritora milanesa es sobre todo un genio de la poesía de amor y de su ausencia.
Cuando tenía 10 años la reina Maria José ya le entregó su primer premio de poesía. Nacida en Milán el día en que empezaba la primavera, el 21 de marzo de 1931, murió en 2009, el 1 de noviembre, jornada de los muertos. Nacer en primavera y morir el día 1 de noviembre es ya de por si, en boca de su traductora al catalán, "todo un poema". Meritxell Cucurella-Jorba, ganadora del 12º Premi de Traducció Jordi Domènech, ha hecho decir en catalán a la Merini las locuras más excelsas, los poemas más desgarradores, los versos más lacerantes. El italiano original es de una precisión matemática. Alda Merini, que de ordenada no tenía nada, era muy esmerada cuando disparaba: sabía dónde tenía que apretar para hacer daño.
Los poetas malditos suelen ser los más próximos a Dios. La locura, el delirio, la salida de uno mismo, el desencanto y la angustia desencadenan un espacio muy fecundo para la visión mística
La descubrió Giacinto Spagnoletti, con quien mantuvo una relación turbulenta, porque una mujer como la Merini no podía haber mantenido una relación plácida con nadie. Quasimodo, Raboni, Manganelli y también Pasolini la valoraron mucho, pero Milán (podríamos poner Catalunya) suele despreciar lo bueno, y la Merini ha sido víctima del ostracismo más incomprensible de los últimos tiempos. Una mujer que debería haber obtenido el Nobel de Literatura ha sido durante años olvidada, escribiendo poemas en un bar y vendiéndolos a los clientes a cambio de una copa o de un café. Y cuando muere, todos sorprendidos y a compadecerla. Qué pobreza de espíritu.
En 1953, con su primer recopilatorio, La presenza di Orfeo, la crítica ya se dio cuenta de que aquella niña con algún desajuste mental era buena, decididamente buena.
Roberto Vecchioni acerca los versos de Alda Merini a los de otras mujeres que han amado: Emily Dickinson, Saffo, Anna Andréievna Achmatova, Yourcenar... "Pero en ninguna de ellas hay tanta potencia monotemática, maniacal, capilar". Una de las gracias de sus versos es que no son secuenciales: mezcla el momento de los inicios con el éxtasis, el gozo y el dolor, el tener y el abandonar, como si todo pasara en el mismo instante. Clínica de l'abandó es precisamente la recopilación que ha sido presentada en Barcelona, en el local Horiginal del Raval, donde los aforismos geniales de la poeta se han podido escuchar desde las entrañas de una Cucurella-Jorba salvaje, seductora, vestida con perlas como hacía la misma Alda Merini, una mujer que tenemos que imaginar con una camisa desbocada, enseñando los pechos, con excesivos collares de perlas y un justo cigarrillo en la boca. Evoquémosla con una mirada penetrante de protagonista de tragedia griega mezclada con la mirada de una condescendiente mamma italiana, que mientras le dices "no, gracias" sigue llenándote hasta derramar el plato de pasta. Fue madre pero fue abandonada por sus hijas y por todo el mundo y conoció muy bien los manicomios, donde estuvo internada muchos años, de donde salía y volvía a ingresar.
Merini encarna la poesía carnal y espiritual sin dar ningún salto ni conceder ninguna tregua. Tanto te habla de la Virgen con versos como "la palabra fiado ha cortado su vientre en dos: mitad tiniebla, mitad dolor", como te habla con detalles de sus amantes que todavía holgazanean encima de las sábanas.
Esta poeta que nos ha regalado el siglo XX tiene uno de mis aforismos preferidos: "Si Dios me perdona, lo hace siempre por ausencia de pruebas". Alda Merini es una poeta totalizante, desbocada y profundamente humana que ve a Dios en todas partes, y que ha llegado a escribir genialidades como esta: "A veces, Dios mata a los amantes porque no quiere ser superado en amor".
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