martes, 3 de noviembre de 2020

TRES PARÁBOLAS EN CLAVE ECONÓMICA

 

TRES PARÁBOLAS EN CLAVE ECONÓMICA

TRES PARABOLAS EN CLAVE ECONÓMICA

Por Ludovico Videla para Sabiduría Cristiana, mayo de 2012

La relación entre la religión cristiana y la economía es bastante clara. La religión ofrece la salvación y la felicidad eterna e indica el camino para alcanzarla. La economía es una parte de la actividad humana que trata de la administración de los recursos escasos y debe, en el caso del creyente, ajustarse y ser consistente con lo que nos lleva por el camino de la salvación. Este es el lugar apropiado de la economía.

El maestro Emilio Komar siempre decía que el problema de la economía es que ha pretendido ser una eudemonología o eudaimonología, arte o ciencia de la felicidad, término acuñado por Schopenhauer, pero que se desarrolla en un contexto sensista.  Sería la ciencia de la felicidad del sensismo inglés. [1]

Este proyecto iluminista es hoy extremadamente popular, pero ha fracasado porque no ha podido crear un mundo feliz en libertad. Jeremy Bentham, uno de los iniciadores de esta corriente, era profundamente totalitario. Su máxima creación fue el panóptico, un edificio que desde el puesto central y a través de espejos permitía controlar a todos sus habitantes. Un edificio propio de una cárcel o asilo para dementes.

Aldous Huxley, en su obra “Un mundo feliz” se refiere al problema de la felicidad como el de “lograr que la gente ame su servidumbre”, una vez que las personas se convierten integralmente en optantes racionales, cuyos términos son el placer y el dolor, están preparadas para lograr resolver el problema de la felicidad amando su servidumbre.[2] Han perdido su verdadera libertad.

La palabra eudaimonía quiere decir literalmente “tener un buen ángel guía”, ese sería el modo para lograr la felicidad. En nuestros tiempos hemos reemplazado el blanco ángel guía, por el negro ángel del Estado con su oferta de providencia o bienestar.

Es notable como en un cuadro de expansivo secularismo, en el que el descreimiento es general, crece la esperanza  y la credibilidad en políticos banales que prometen la felicidad que describe Huxley.

Joseph Schumpeter fue una mente brillante, tal vez el economista más importante del siglo veinte. En su monumental obra sobre la historia del pensamiento económico, dice que la ciencia económica fue elaborada inicialmente por los maestros escolásticos, confesores y teólogos que respondiendo a la consulta moral sobre la licitud de lo que los comerciantes y empresarios hacían, fueron descubriendo principios de operación,  y por supuesto, orientaciones morales.[3]

Toda esta reflexión fue separándose en un campo secular de carácter científico y otro campo moral y religioso que conforma la Doctrina Social de la Iglesia. La ciencia decía: hecho esto se produce tal cosa, si emito dinero o rebajo o desbastó la moneda, provoco inflación. La moral decía si estaba bien o mal hacerlo.

Por ejemplo, el obispo Nicolás Oresme (1300), genio matemático y astronómico describió con precisión la relación entre dinero e inflación y calificó a la inflación como un pecado más grave de la usura.

En el tema de la Doctrina Social, recientemente se editó un Compendio que recoge las líneas fundamentalmente del pensamiento moral de la Iglesia en cuestiones económicas, políticas y sociales cuya consulta recomiendo vivamente.

Llegado a este punto conviene hacer un breve excursus. La economía es una ciencia en que no hay un trabajo de laboratorio de prueba y error que permita descartar lo que es falso o no sirve. Por ello las nuevas ideas se agregan a un acervo, en  que conviven principios y experiencias valederas y disparates manifiestamente falsos. Por ejemplo Oresme dijo verdades y John Duns  Scotus disparates. Las teorías de Scotus son repetidas hoy día en la Argentina y negadas las de Oresme.[4]

También hay que decir que la experiencia económica es histórica, es decir está acotada en el tiempo y en el lugar. Por ello hay una cierta ambigüedad en la aplicación y adecuación de la prescripción, con el problema.

Por ello, la economía es una ciencia difícil, en la que el economista debe sumar diversos saberes para poder interpretar correctamente los problemas.

Decimos que los maestros escolásticos fundaron la ciencia, pero hubo también desarrollos erróneos que generaron enormes confusiones. Nada peor que la mala teología o filosofía sumada a la mala economía, el resultado es espantoso.

Piensen hoy en la Teología de la Liberación que toma como base científica de su análisis la teoría de Carlos Marx, que es demostradamente errónea en la teoría y en la práctica.

Sin llegar a estos extremos, es habitual escuchar reflexiones donde la mala economía y la mala teología resultan en un coctel  indigerible. Por ello, estamos obligados a discernir y aplicar nuestro buen criterio. Para ello hay que formarlo.

Con este propósito les explico mi propuesta de hoy. Tomaremos tres parábolas importantes del Evangelio y trataremos de discernir sus enseñanzas morales y religiosas aplicadas a los problemas económicos.

¿Qué enseñan las parábolas?

Comencemos con un texto de Marcos (4,10)[5]

“Cuando quedó a solas, le preguntaron los que estaban en torno suyo con los Doce acerca de las parábolas y El les dijo: a vosotros os ha sido dado a conocer el misterio del Reino de Dios, pero a los otros, todo se les dice en parábolas para que Mirando, miren y no vean, Oyendo oigan y no entiendan, no sea que se conviertan y sean perdonados”.[6]

Esta frase casi enigmática muestra la dificultad de una justa interpretación de la parábolas. Por ello no sorprende que el esfuerzo por entenderlas haya sido constante en la Iglesia.

Las parábolas nos ofrecen una lectura en diversos planos. Algunos exégetas han señalado la dirección escatológica que apunta a la instauración del Reino de Dios.

Los judíos veían al mesías prometido, como aquel que iba a instaurar el dominio político y territorial de Israel.

Los discípulos estaban también de alguna forma alcanzados por esta expectativa. A pesar de tener la evidencia del misterio de la persona de Cristo,  le preguntan a Jesús resucitado: “Señor ¿es ahora cuando vas a restaurar el Reino de Israel?” Hch. (1,6)

Los apóstoles, hasta Pentecostés, no comprendieron lo que Jesús les decía. “No lo entendieron cuando trataba de transformar sus expectativas en un Reino, nacional y terrenal y los orientaba hacia la realización de un Reino internacional, universal católico; un Reino que se manifiesta en la tierra, pero que es esencialmente celestial”. [7]

En realidad la instauración del Reino debe entenderse en clave cristológica, el Reino de Dios llega con la persona de Cristo. Cristo es la auténtica expresión del Reino que se cumple en su persona.

Sin embargo, Cristo Rey no resuelve gran parte de las expectativas mesiánicas. Los judíos rechazan a un Rey que muere en una cruz.  .

Cristo es el profeta esperado, pero como profeta, tal como nos enseña la historia de la salvación, humanamente fracasa. Su destino es el de los profetas, que predican pero fracasan, porque su mensaje contradice la opinión general. Sólo a través de su fracaso las palabras resultan eficaces.

En el texto de Marcos citado Cristo refiere abreviadamente a un texto de Isaías que es el siguiente:

“Y oí la voz del Señor que decía: ¿A quién enviaré y quien irá de nuestra parte? Y yo le dije heme aquí envíame a mí. Y él me dijo Ve y di a ese pueblo. Oíd y no entendáis ved y no conozcáis. Endurece el corazón de ese pueblo, tapa sus oídos, cierra sus ojos ni oiga con sus oídos, ni entienda su corazón y no sea curado de nuevo, Y yo le dije ¿Hasta cuándo Señor? Y Él respondió. Hasta que las ciudades queden asoladas y sin habitantes y las casas sin moradores y la tierra hecha desierto.” Is.(6,9)

El castigo anunciado responde a la cerrazón del pueblo que no escucha al profeta. Este fracaso del profeta se cierne como una oscura pregunta sobre toda la historia de Israel y en cierto sentido se repite en la historia de la humanidad. También como decíamos es un fracaso humano el destino de  Jesucristo: la cruz. Pero precisamente de la cruz se deriva una gran fecundidad.

Con ello se desvela la relación del Reino con las  parábolas, especialmente la del sembrador  y con la figura de la semilla. El Reino de Dios está presente como una semilla. La semilla es pequeña y sin embargo puede contener en sí un árbol entero.

La semilla mira al futuro, es presencia de él. Es promesa ya, presente hoy.

“Si el grano de trigo muere da mucho fruto” J (12.32)

Las parábolas hablan todas del misterio de la cruz. El fracaso es el modo o camino que lleva a la  conversión y al perdón de Dios.

Los cristianos somos seguidores de un profeta que para el mundo fracaso porque murió en la cruz, sin embargo para los creyentes su muerte y resurrección nos reconcilió con Dios, nos redimió del pecado y del mal.

Un modernista descreído Alfred Loisy decía sarcásticamente que “Jesús proclamó el Reino; y lo que vino fue la Iglesia”. Es cierto, Cristo nos acompaña hasta el final de los tiempos con su presencia en el pan eucarístico que compartimos juntos. “Donde está la eucaristía allí está el rey. Y donde está el rey allí está el reino “. Por ello el Reino de Dios está presente en la Iglesia que nos da la eucaristía.”[8]

 

Parábola de los talentos

“El Reino de los Cielos es como si uno al emprender un viaje llama a sus siervos y les entrega su hacienda, dando a uno cinco talentos a otro dos y a otro uno, a cada cual según su capacidad y se va. Luego el que había recibido cinco talentos se fue y negoció con ellos y ganó otros cinco. Asimismo el de los dos ganó otros dos. Pero el que había recibido uno se fue, hizo un hoyo en la tierra y escondió el dinero de su amo. Pasado mucho tiempo vuelve el amo de aquellos siervos y les toma cuentas y llegando el que había recibido cinco talentos presentó otros cinco diciendo: Señor tú me has dado cinco talentos, mira pues otros cinco que he ganado. Y su amo le dice, muy bien siervo bueno y fiel, has sido fiel en lo poco te constituiré sobre lo mucho, entra en el gozo de tu Señor. Llega el de dos talentos y dijo; Señor dos talentos me has dado mira otros dos que he ganado. Díjole su amo. Muy bien siervo bueno y fiel has sido fiel en lo poco te constituiré sobre lo mucho entra en el gozo de tu Señor. Se acercó también el que había recibido un solo talento y dijo; Señor tuve en cuenta que eres hombre duro que quieres cosechar donde no sembraste y recoger donde no esparciste y temiendo me fui y escondí tu talento en la tierra, aquí lo tienes. Respondiole su amo, siervo malo y haragán ¿Con que sabias que yo quiero cosechar donde no sembré y recoger donde no esparcí? Debías pues entregado mi dinero a los banqueros para que a mi vuelta recibiese lo mío con intereses, quitadle el talento y dádselo al que tiene diez, porque al que tiene se le dará y abundará, pero a quien no tiene, aun lo que tiene se le quitará y a ese siervo inútil echadle a las tinieblas exteriores allí habrá llanto y crujir de dientes.” Mt. (25,14-29)

La parábola de los talentos (antigua moneda romana) está en el capítulo 25 de Mateo y tiene un correlato en Lucas 19, en la parábola de las minas (monedas de plata)

El contexto es el del juicio final. Es decir seremos juzgados según nuestros merecimientos y en forma individual. A cada uno se le pedirá cuenta del uso que hizo de los dones que Dios le dio.

Los talentos no sólo representan las cualidades naturales personales, sino también las riquezas que el Señor nos ha dejado en herencia, para que las hagamos fructificar.

La parábola nos recalca el carácter provisorio de la existencia terrenal, que es una peregrinación hacia la meta que es Dios. Dios “es nuestro último destino y el que da sentido a nuestra vida”, nos dice Benedicto XVI.

La parábola propone las grandes líneas de una eficaz política económica.

El desarrollo depende de las personas individuales y su deseo de progresar. Se requiere una mentalidad activa y emprendedora que aproveche todas las oportunidades que las circunstancias nos brindan.

Hay que asumir riesgos confiando en que si Dios nos ha favorecido con un talento, éste, con nuestro esfuerzo, ha de fructificar.

La confianza y la responsabilidad personal son virtudes centrales al orden económico.

Sabemos que hay un tiempo para todo. Lo requiere la semilla para germinar y dar frutos. Por eso nuestro empeño debe ser a largo plazo; no nos preocupan los resultados de corto plazo  solo debemos estar preparados al final de nuestra vida para presentar al justo juez nuestra producción.

No cabe el temor. El miedo nos paraliza y nos lleva a enterrar el tesoro que nos es lo que el Señor quiere.

En su juicio el Señor parece implacable: “al que tiene se le dará y abundará, pero a quien no tiene, aun lo que tiene se le quitará”.

La razón es que nuestros talentos son dones para nosotros pero también para los demás. Nuestra condición esencial de seres sociales indica, que sólo en la cooperación con los demás podremos se eficientes y aprovechar esos dones para nosotros y los demás.

Esta es la magia del mercado y de la especialización, que permite que cada uno pueda dar lo mejor de sí mismo.

Pero para que la responsabilidad esté presente, Dios nos otorga el privilegio del dominio individual sobre nuestras capacidades. Es la propiedad individual que fructifica, cuando es administrada mirando a la comunidad.

Benedicto XVI reconoce la influencia de esta Parábola en Occidente. Dice “esta enseñanza evangélica ha tenido un impacto también a nivel histórico- social promoviendo en las poblaciones una mentalidad activa y emprendedora”.[9]

Max Weber alude al concepto calvinista tardío de “vocación” como fundamento del “espíritu capitalista” y del avance del capitalismo. Calvino y sus seguidores insistían en el mérito de ser productivos en el propio trabajo u ocupación, en la propia vocación profesional. El éxito buscado afanosamente por estos puritanos, se funda en la idea de que triunfar en la propia vocación es signo visible de que uno se cuenta entre los elegidos, y ha sido seleccionado por la propia fe calvinista, para trabajar y tener éxito, como manifestación de la gloria de Dios.

Sin duda en la visión puritana se recogen elementos de esta parábola que son exagerados, ello no deja de resaltar la importancia histórica y cultural que ha tenido.

La visión católica en comparación al calvinismo del duro trabajo y el ahorro, enfatiza la búsqueda moderada de la felicidad y la alegría, la buena vida que incluye el ocio y la fiesta. La vida contemplativa era sospechada por el calvinismo, que la veía con sospecha como un perder el tiempo, no una verdadera vocación en la vida.

San Francisco le explica al hermano León de Perusa que la alegría perfecta está en padecer todos los males que nos sobrevienen con paciencia y por amor a Cristo. “Si todo esto lo soportamos con paciencia y con gozo, acordándose de los padecimientos de Cristo bendito, que nosotros hemos de sobrellevar por su amor, ¡Oh hermano León!, escribe que aquí hay alegría perfecta”.[10]

La parábola de los talentos  choca  con algunos lugares comunes contemporáneos. Hay premios y castigos, no se iguala para abajo por el contrario se premia la eficacia. Los talentos no se distribuyen por igual sino en forma manifiestamente desigual. Incluso se dice que al que no tiene se le quitará y al que tiene se le dará.

Por otra parte se manifiesta una gran confianza en la capacidad y responsabilidad de cada persona para salir adelante por sí mismas.

 

Parábola de los dos hermanos  o Parábola del hijo pródigo Lc (15,11-32)

 

El texto de Lucas es bien conocido. Un padre tiene dos hijos. El hijo pródigo le pide al padre su herencia quien, con magnanimidad, accede a su pedido aunque puede entrever el destino que esta decisión le acompañará. Respeta su decisión y le da libertad.

El hijo se marcha a un país lejano. Lejos del padre y su mundo.

Los Padres de la Iglesia han visto en este alejamiento, una separación interior de lo que es propio y de lo que es auténtico. Un alejarse de su naturaleza.

El hijo derrocha la herencia. Sólo busca disfrutar, aprovechar la vida al máximo, tener una vida en plenitud. Una vida feliz según Jeremías Bentham.

Benedicto XVI se pregunta: “¿Acaso no es difícil ser precisamente en eso el espíritu de la rebelión moderna contra Dios y contra la Ley de Dios? ¿El abandono de todo lo que era hasta ahora el fundamento básico, así como la búsqueda de una libertad sin límites?”[11]

La palabra griega usada en el Evangelio para designar la herencia derrochada significa sustancia. El hijo perdido desperdicia su naturaleza se desperdicia a sí mismo.

Al final se gasta todo. Se ve obligado a criar cerdos y envidia su comida. Su falsa autonomía, sin normas lo lleva a la esclavitud. Téngase en cuenta que para los judíos, el cerdo es un animal impuro. Ser cuidador de cerdos es la expresión de la máxima alienación.

En este punto el hijo comprende que está perdido. Era un hombre libre pero se da cuenta que los esclavos de su padre son más libre que él.

Entonces recapacita. Su conversión consiste en que reconoce todo esto, ha perdido su libertad y para recuperarla debe volver a su padre, a su casa, a lo que él es.

El padre ve al hijo cuando todavía estaba lejos y sale a su encuentro. Lo abraza y lo besa y manda preparar un gran banquete. Dice el texto: “porque él que estaba muerto ha revivido, estaba perdido y lo hemos encontrado”.[12]

Para los Padres de la Iglesia el hijo es la imagen  del nuevo Adán, al que Dios sale a su encuentro y recibe en su casa.

El mejor traje es el vestido de la Gracia, y el banquete es la imagen de la Eucaristía.

Benedicto XVI destaca la magnanimidad del padre, figura de Dios. El corazón de Dios transforma su justa ira por la conducta del hijo y cambia el castigo por el perdón.

Entonces aparece el hermano mayor. Regresa a casa tras el trabajo en el campo, oye la fiesta en la casa, se entera del motivo y se enoja. No considera justo que a ese haragán, que ha malgastado con prostitutas toda su fortuna, se le obsequie con una fiesta espléndida, sin pasar siquiera por una prueba, por un tiempo de penitencia.

Esto choca con su idea de justicia: una vida de trabajo como la suya parece insignificante frente al sucio pasado del otro.

La respuesta del padre es conocida: “hijo tu estas siempre conmigo y todo lo mío es tuyo”. Le explica la grandeza de ser hijo, ser verdaderamente libre que es la condición de hijo, en la que la herencia material es secundaria. También la actitud del hijo mayor, indica que había soñado, o tal vez deseado una libertad sin límites que llevo a su hermano a la perdición.

Hasta aquí la Parábola. Nos preguntamos, ¿Qué nos dice para la economía?

La afirmación más sugerente se refiere a la clara superioridad del amor sobre la justicia que propone la parábola. Desde la perspectiva de la justicia, como la interpretamos los humanos el hijo mayor parece tener razón.

El padre trata de explicarle que el premio a su constancia en el trabajo y la fidelidad, ya ha sido recompensada con la amistad y comunión con su padre.

Esta comunión, supera a lo material, a la balanza estricta de lo que se recibe o se da. O más bien, si buscamos el amor de Dios  y lo volcamos a nuestros semejantes como expresión de nuestra caridad, necesariamente la justicia va a estar resuelta y plenamente vigente.

Es decir que el amor, el don o la gratuidad como se dice ahora, contienen y supera a la justicia.

En la Caritas in veritate, Benedicto XVI nos dice que lo más importante que Dios nos da es su amor. La caridad es el don más grande que Dios ha dado a los hombres su amor, es su promesa y nuestra esperanza.

El Papa  nos dice “Cada uno encuentra su propio bien asumiendo el proyecto que Dios tiene sobre él, para realizarlo plenamente, en efecto, encuentra en dicho proyecto su verdad y aceptando esta verdad se hace libre”.[13]

Confrontando esto, la visión convencional sostiene que la persona está más o menos alienada por el sistema económico y político. Para algunos teólogos, la economía de mercado induce a una idolatría de los mecanismos impersonales y termina creando “sacrificios humanos” a través de los ajustes y movimientos de la oferta y demanda.

En ese marco no hay libertad personal posible sin un “cambio de sistema”, concretado a través del imperio de la justicia social, realizada por el Estado.[14]

Estas corrientes teológicas afirman que la visión antropológica del ser humano reducido a mero defensor de sus propios intereses, creada con la concepción moderna de progreso, no puede generar un avance capaz de realizar el bien común. Para ellos, pensar que el egoísmo coordinado por la mano invisible de Adam Smith puede promover el bien común, es un acto de fe, la confianza en un mecanismo impersonal providencial.

Por supuesto que esta teología rechaza lo que considera formas de una absolutización del mercado y propone la intervención o regulación del Estado, con vistas a objetivos sociales y medioambientales.

Benedicto XVI en cambio, considera este enfoque poco realista y estrecho. Para él, la caridad también tiene que estar presente en el ámbito de las relaciones económicas. Porque si hay caridad está implícita la justicia.

“La solidaridad es en primer lugar que todos se sientan responsables de todos, por tanto no se la puede dejar solamente en manos del Estado. Mientras antes se podía pensar que lo primero era alcanzar la justicia y que la gratuidad venía después como un complemento, hoy es necesario decir que sin la gratuidad no se alcanza ni siquiera la justicia.”[15]

La posición de Benedicto XVI no pasó inadvertida y ha sido también criticada por algunos teólogos, porque de alguna forma abandona la retórica del cambio del sistema tan popular en América Latina.

Suponer que el agente del mercado que busca su propio interés, puede sentirse solidario, amar a su prójimo y contribuir al bien común, es un verdadero sin sentido para estos teólogos del estatismo.

Su rechazo a Benedicto XVI se vincula a la profundización de algo que ya estaba en Centesimus annus que es el dejar de lado la crítica a la economía de mercado. Toma nota del fracaso del marxismo, la caída del Muro de Berlín y que el modelo “monárquico de izquierda”, conduce a la prepotencia del Estado y la política.

Uno de estos críticos, Johan Verstraeten, profesor de ética y doctrina social en la Universidad Católica de Lovaina dice: “En la encíclica del Papa Benedicto XVI Caritas in veritate, se propone una nueva visión del mercado basada en la lógica del don, no simplemente como una adición o rectificación moral de la actual práctica y teoría económica sino como base para una nueva visión de la naturaleza de la economía como tal”.[16] Y concluye que esta tendencia presente en la encíclica de Benedicto XVI reduce la ética social católica, en lo que a cuestiones económicas respecta a una cuestión de actuación individual e intersubjetiva, con lo que la necesidad de cambiar estructuras injustas desaparece en el ámbito de lo marginal.

La cuestión no es menor ya que desde hace décadas el juicio teológico sobre la realidad económica se cargaba en general de una retórica anti mercado y estatista, que si bien merecía el aplauso de vastos sectores era por razones equivocadas. La perspectiva iluminista se siente cómoda con una iglesia que se convierte en una gran ONG, dedicada a atender a los pobres y a reclamar más gasto social. La “opción preferencial” termina siendo la del estatismo más que la de los pobres, porque la acción pública se tiñe de clientelismo y manipulación de las conciencias. Es lograr que los pobres sean felices amando su servidumbre.

Con la visión de Benedicto XVI todo este enfoque se convierte en una retórica vacía de contenido real y destinada al fracaso.

Hay que decir también que una cierta ortodoxia neoliberal rechaza la introducción del don y la gratuidad en la actividad económica. Están en desacuerdo con el texto de Caritas in veritate que dice “que en las relaciones mercantiles el principio de gratuidad y la lógica del don, como expresiones de fraternidad, pueden y deben tener espacio en la actividad económica ordinaria”.[17]

Les parece incomprensible y una idea no operativa al momento de ponerse en práctica.

Propongo una breve conclusión sobre este punto. La primacía del amor sobre la justicia se integra perfectamente con las enseñanzas de Caritas in veritate. No hay transformación económica duradera sin un regreso al Padre como la que nos enseña el hijo prodigo en la parábola.

 

Parábola del rico Epulón y el pobre Lázaro

El cuadro que describe el Evangelio es conocido. El rico Epulón lleva una vida disipada, llena de placeres y el pobre Lázaro ni siquiera puede tomar las migajas de pan que, que según las costumbres de la época, los comensales tiraban al piso después de limpiarse las manos con ella.

Desde el punto de vista cristiano salta a la vista, en primer lugar, lo que representan las riquezas y los placeres para alcanzar el Reino de Dios. Son o pueden ser un obstáculo.

También sale a la luz la vanidad  y el vacío de los que buscan prioritariamente las riquezas, que son verdaderos pobres a los ojos de Dios.

Se ven también el destino de sufrimiento de los que siguen al Señor, como en este caso Lázaro.

Este sufrimiento del discípulo se asocia con el misterio del mal y la satisfacción de Cristo con el sufrimiento de la cruz. La pregunta del best seller del rabino Kushner, ¿por qué sufren los buenos?, o más bien como un Dios poderoso y bondadoso no se conmueve ante el sufrimiento de los justos y los protege, parece no respondida.

Pero la respuesta o señal para esa generación adúltera fue la de Jonás, figura de Cristo en el Antiguo Testamento, y la de Cristo para nosotros los cristianos.

El milagro que pide Epulón en el Hades cuando se encuentra con Abraham, no sirve como instrumento de conversión,  es inútil. Así por ejemplo, la resurrección de Lázaro, en lugar de tocar el corazón de los escribas y fariseos hacia la conversión, los movilizó para conspirar y para matarlo a Jesús.

Benedicto XVI nos invita a leer el Salmo 72  para empezar a entender esta parábola.

El salmista manifiesta inicialmente la bondad de Dios para los justos y limpios de corazón.

Pero reconoce que la observación de la realidad del mundo, por poco lo confunde y lo lleva a dar un mal paso.

Los malvados y perversos prosperan, no tienen sinsabores, están sanos y orondos, no pasan fatiga ni sufren como los demás. Siempre seguros acumulan riquezas.

Viendo esto el Salmista se pregunta ¿para qué he limpiado yo mi corazón y he lavado mi conciencia?

Es decir ¿qué sentido tiene este sufrimiento?

El salmista reconoce que entender esto es muy difícil hasta que, “entre en el Misterio de Dios y comprendí el destino de ellos” (los malos)

En verdad, Dios pone a los infieles en el resbaladero, los precipita en la ruina y deja que los consuma el espanto.

El salmista dice que cuando su corazón se agriaba y le punzaba en su interior por lo que sufría era un necio e ignorante. “Yo era un animal ante ti”.

Y concluye ¿no te tengo a ti en el Cielo?

Y contigo ¿Qué me importa la tierra?

Para mí lo bueno es estar junto a Dios, hacer del Señor mi refugio.

Para nuestra visión contemporánea las enseñanzas de esta parábola resultan difíciles de entender. El desamparo de Lázaro nos conmueve y su pobreza nos resulta inaceptable. Sin embargo, la tradición cristiana nos enseña que la pobreza puede ser también ocasión de alegría.

San Francisco de Asís por ejemplo, demuestra que la pobreza fue el medio por el que él alcanzó la alegría. El desasimiento que la pobreza exige, abre paso a una actitud fundamentalmente espiritual ante la vida.

San Francisco dice que la pobreza no es una renuncia melancólica o una mortificación, es por el contrario una posibilidad de goce, acaso la única chance de ingresar en el camino de la alegría. La tenencia de bienes bloquea el acceso a una vida dichosa.

En realidad la opción de San Francisco por la pobreza, no solo trae alegría sino que también permite abandonar una riqueza ilusoria – la de los bienes materiales- por una riqueza auténtica y permanente- la de los bienes del espíritu-.

Abdala escribió con acierto, que nuestros contemporáneos en su desmedido afán de riqueza material o de fama, en su incesante búsqueda neurótica del placer o de la diversión banal, comprometen la capacidad natural para la alegría, que nos ha regalado Dios como una gracia especial.

Nuestra obcecación nos impide ver los que San Francisco entrevió, la alegría profunda no solo es posible y está al alcance de cualquiera, sino que es barata, es gratuita, es un don, un regalo.

Por esto resulta claro de la parábola que una sociedad que busca como fin principal la riqueza material, no puede terminar bien.

Se destaca también como colofón del texto, el fenómeno de la ceguera voluntaria que sufre Epulón en vida y su deseo de alertar sobre ella, a sus hermanos. Impresiona que la ceguera voluntaria sea tan potente, que ni siquiera un milagro pueda revertirla. Nosotros debemos cuidarnos especialmente de ella y buscar por el contrario abrir nuestros ojos a Dios, es decir a una perspectiva providencial de la vida y a un horizonte que incluya nuestro destino final, prefigurado en la parábola por el Hades y el juicio.

 


[1] Komar, Emilio, “El progreso ilimitado y su posible filosofía, en Revista Valores, Año 1, nº1, 3 Trimestre. de 1983, p.38.

[2] Huxley, Aldous, Un Mundo Feliz, prólogo , p.8http://www.sindominio.net

[3] Schumpeter, Joseph,1971,  Historia del análisis económico, Ediciones Ariel, Barcelona, cap.2.

[4] Scotus sostenía que el precio justo del cereal era el que correspondía al costo de producción del labrador más los gastos de sostenimiento de su familia. Fijar el precio por el costo, es lo que pretenden los gerentes de Aerolíneas Argentinas que reclaman por el precio del combustible que les cobra YPF, ignora el costo de oportunidad y que el precio lo fija la oferta y la demanda. Sobre Scotus confrontar Rothbard, Murray,1999, Historia del pensamiento económico, Unión Editorial, Madrid, pp.90-91.

[5] Todas las citas bíblicas corresponden a E.Fuster, A.Colunga, G.Cicognani,1957, Sagrada Biblia, BAC, Madrid.

Una parábola para la economía moderna


Una parábola para la economía moderna


Con objeto de entender por qué las personas deciden depender de otros para abastecerse de bienes y servicios, y por qué esta decisión mejora su vida, estudiaremos una economía simple. Imagine que en el mundo hay dos bienes: carne y papas, y hay también dos personas, un ganadero que produce carne y un campesino que produce papas, y que a cada uno de ellos le gustaría comer tanto carne como papas. 

 Las ganancias del comercio se hacen más obvias si el ganadero puede producir sólo carne y el campesino sólo papas. En el primer escenario, el campesino y el ganadero pueden elegir no intercambiar ningún bien, pero después de algunos meses el ganadero que únicamente ha estado comiendo carne, en todas las formas posibles, decide que quiere comer algo más. El campesino, por su parte, ha estado comiendo sólo papas y también está de acuerdo en que le gustaría comer algo más. En este caso es muy sencillo darse cuenta de que el comercio beneficiaría a los dos porque les permitiría tener una mayor variedad y ambos podrían comer papas y carne. 

 Aun cuando este escenario ilustra de manera muy simple como es que todos nos beneficiamos con el comercio, las ganancias serían similares si el ganadero y el campesino fueran, cada uno por su parte, capaces de producir otro bien pero a un costo más alto. Suponga, por ejemplo, que el campesino puede criar una res y producir carne, pero que no es muy bueno para hacerlo. Del mismo modo, suponga que el ganadero puede producir papas, pero que su tierra es poco fértil y no es muy bueno para eso. En este caso el campesino y el ganadero se beneficiarían si se especializaran en lo que cada uno hace mejor y luego intercambiaran sus bienes. 

 Sin embargo, las ganancias del comercio son menos obvias cuando una persona es muy buena para producir todo tipo de bienes. Suponga, por ejemplo, que el ganadero es mejor que el campesino criando vacas y cultivando papas. En este caso, ¿debería el ganadero optar por ser autosuficiente? ¿O existe alguna razón por la que debe comerciar con el campesino? Para responder a esta pregunta necesitamos analizar con más detenimiento los factores que intervienen en esta decisión. 

 Las posibilidades de producción 

 Suponga ahora que el campesino y el ganadero trabajan, cada uno, ocho horas diarias y que dedican su tiempo a cultivar papas, criar ganado o a una combinación de las dos actividades anteriores. 
La tabla siguiente muestra la cantidad de tiempo que cada persona requiere para producir 1kg de cada bien. oportunidades de produccion 


 El campesino puede producir 1kg de papas en 15 minutos y 1kg de carne en 60 minutos. El ganadero, por su parte, es más productivo en las dos actividades y para producir 1k de papas necesita 10 minutos y para producir 1kg de carne requiere 20 minutos de su tiempo. Las dos últimas columnas del cuadro muestran la cantidad de carne y papas que el campesino y el ganadero pueden producir si trabajan ocho horas diarias y se dedican sólo a producir un bien. 

 El panel b) representa las cantidades de carne y papas que el campesino puede producir. Si el campesino dedica las ocho horas de trabajo a producir papas, no producirá carne y producirá 32 kg de papas, medidas éstas en el eje horizontal. Si por el contrario, dedica todo su tiempo a producir carne y no papas, producirá 8 kg de carne, medidos éstos en el eje vertical. Si el campesino divide su tiempo equitativamente entre las dos actividades, y dedica 4 horas a cada una, producirá 16 kg de papas y 4 kg de carne. La figura muestra todos los diferentes resultados posibles de este escenario. 

 La gráfica es la frontera de posibilidades de producción del campesino. Como ya explicamos, la frontera de posibilidades de producción muestra las diferentes combinaciones de producción que puede haber en una economía. La gráfica también ilustra uno de los Diez principios de la economía de los que hablamos; es decir que las personas enfrentan disyuntivas. Aquí el campesino enfrenta la disyuntiva de producir papas o carne. 

 Quizá usted recuerde la frontera de posibilidades de producción tenía forma cóncava. En ese caso, el ritmo al que la sociedad podía intercambiar un bien por otro dependía de las cantidades producidas de dichos bienes. Sin embargo, en nuestro ejemplo la tecnología con la que cuenta el campesino para producir carne y papas le permite intercambiar los dos bienes a ritmo constante. Empero, cuando el campesino destina una hora menos a producir carne y una hora más a producir papas, automáticamente reduce su producción de carne en 1 kg y aumenta su producción de papas a 4 kg. Este supuesto es cierto sin importar cuánto haya producido y el resultado es que la frontera de posibilidades de producción es una línea recta. 

 El panel c) de la figura muestra la frontera de posibilidades de producción del ganadero. Si él dedica las ocho horas que trabaja a producir papas, producirá 48 kg de papas y nada de carne. Si, por el contrario, dedica su tiempo exclusivamente a producir carne, producirá 24 kg de carne y nada de papas. 

Si el ganadero decide dividir equitativamente y dedica cuatro horas a cada actividad, producirá 24 kg de papas y 12 kg de carne. Una vez más, todas las posibilidades de producción se ilustran en la frontera de posibilidades de producción. Si el ganadero y el campesino escogen ser autosuficientes en vez de comerciar entre sí, cada uno consumirá exactamente lo que produce. En este caso, la frontera de posibilidades de producción será también la frontera de posibilidades de consumo. 

 Las figuras anteriores muestran las diferentes posibilidades de producción de papas y carne que el campesino y el ganadero puede producir y luego consumir, siempre y cuando no comercien entre sí.

 Estas fronteras de posibilidades de producción son muy útiles para mostrar las disyuntivas que tanto el campesino como el ganadero enfrentan, pero no dicen nada acerca de lo que cada uno decidirá hacer. Con objeto de determinar estas decisiones necesitamos conocer los gustos de ambos. Suponga que deciden escoger la combinación que en la figura se ilustra con los puntos A y B; es decir, el campesino decide producir y consumir 16 kg de papas y 4kg de carne y el ganadero produce y consume 24 kg de papas y 12 kg de carne. 

 Especialización y comercio 

 Después de varios años de comer la combinación de papas y carne del punto B, el ganadero tiene una idea y decide ir a platicar con el campesino. 

 Ganadero: Amigo campesino, quiero proponerle un trato que, además, mejorará la vida de los dos. Creo que debe dejar de producir carne y dedicar todo su tiempo a producir papas. Según mis cálculos, si usted trabaja ocho horas al día cultivando papas producirá 32 kg. Si de esos 32 kg me da 15, yo le daré 5 kg de carne a cambio. Al final usted tendrá 17 kg de papas y 5kg de carne para comer todos los días, en vez de los 16 kg de papas y los 4 kg de carne que actualmente produce. Si seguimos mi plan tendrás más papas y más carne. 
[Para ejemplificar lo que dice el ganadero, le muestra al campesino el panel a) de la siguiente figura.] 


 producción y consumo campesino 
 
 Campesino: (Contesta un poco escéptico). Me parece un buen arreglo pero no entiendo por qué usted me está ofreciendo esto. Si el negocio es tan bueno para mí, no puede ser bueno para usted al mismo tiempo. 

 Ganadero: ¡Sí lo es! Suponga que yo paso seis horas al día cuidando el ganado y dos horas cultivando papas. De este modo puedo producir 18 kg de carne y 12 kg de papas, al final tendré 13 kg de carne y 27 kg de papas, en lugar de 12 kg de carne y los 24 kg de papás que tendría si no intercambiáramos nada, y además consumiría más de los dos alimentos de lo que consumo actualmente. [El ganadero muestra el panel b)]. f 


 Campesino: No sé… Parece demasiado bueno para ser verdad. 

 Ganadero: No es tan complicado como parece a primera vista. Mire, resumí mi propuesta en una tabla sencilla. ganancias Campesino: (Hace una pausa para estudiar la tabla). 

Los cálculos parecen correctos, pero estoy confundido. ¿Cómo es que este arreglo nos puede beneficiar a ambos? Ganadero: Los dos podemos beneficiarnos porque el comercio nos permite especializarnos en lo que hacemos mejor. Usted pasará más tiempo cultivando papas y menos cuidando el ganado; yo, por mi parte, pasaré más tiempo cuidando al ganado y menos cultivando papas. Como resultado de la especialización y el comercio podremos consumir más carne y papas sin tener que trabajar más de lo que trabajamos actualmente. 

 Gregory Mankiw, N. (2012). Principios de Economía (Sexta Edición).

lunes, 2 de noviembre de 2020

LA INNOVACIÓN COMO CATEGORÍA ANALÍTICA PARA EL ESTUDIO DE LA NATURALEZA DE LA INGENIERÍA ECONÓMICA

 LA INNOVACIÓN COMO CATEGORÍA ANALÍTICA PARA EL ESTUDIO DE

LA NATURALEZA DE LA INGENIERÍA ECONÓMICA

Hasta hace relativamente poco tiempo la innovación no era considerada un tema con entidad propia dentro del campo de la economía, la administración, la educación... –en el imaginario de la mayoría, aún aparece la “innovación” como exclusivo de la tecnología y basado en la ciencia, por lo tanto, pertenece a la ingeniería tradicional (pensamiento propio de la economía clásica). Para la economía clásica, la “innovación” estaba fuera del sistema económico, como también para Keynes… “esto” pertenecía a la categoría de “catástrofes externas”, como terremotos, el clima o la guerra, que, como todos sabían, tiene una profunda influencia en la economía pero es parte de ella. Sin embargo, la innovación es la herramienta clave de la ingeniería económica: basada en el pensamiento económico de Say 1 , Schumpeter 2 , Pareto… que, impulsado por el “ingenio” de los ingenieros economistas, rompen el estatus-quo, para formular el principio económico de la ingeniería concurrente. Lo que define al ingeniero economista es que busca el cambio, responde a él y lo explota como una oportunidad económica, proponiendo así, la primera contribución (premisa) para las demás ingenierías. La innovación, por proceder de la investigación, de profesionales del conocimiento, es, también, nuevo conocimiento, que no es precisamente ni ciencia ni tecnología. Si entendemos que tecnología es la forma como ahora hacemos las cosas, la innovación da lugar al cambio en la sociedad y por lo tanto genera progreso en favor de la sociedad, o sea, el desarrollo3. Por ello, quizá resulte más conveniente, tal como aconsejan Arocena y Sutz (2001) 4 , hablar de una “economía basada en el conocimiento, modelada por el aprendizaje y motorizada por la innovación”. 

La innovación constituye la categoría analítica económica explicativa del “beneficio”.

La innovación se inició con Jean Baptiste Say, economista francés quien acuñó la palabra “entrepreneur”. En 1800, él escribe: "El entrepreneur cambia recursos económicos desde zonas de baja productividad y rendimiento a zonas de alta productividad y mayor rendimiento." –es así como la economía contemplativa, por la acción humana, deja de ser estática al romper el estatus quo, para volverse dinámica, precisamente porque procura el “cambio”. El “innovador” de Schumpeter, con su “destrucción creativa”, es la única teoría que hasta ahora explica por qué existe algo que llamamos “beneficio”. Los economistas clásicos sabían perfectamente que su teoría no daba ninguna razón fundamental para el beneficio. Al decir de Peter Drucker, en la 

1 Jean Baptiste Say, economista francés que acuñó la palabra “entrepreneur”. En 1800, él dijo: "El entrepreneur cambia recursos económicos desde zonas de baja productividad y rendimiento a zonas de alta productividad y mayor rendimiento.

En 1934 Joseph Alois Schumpeter dio la siguiente definición de emprendedor: Un emprendedor es un innovador que busca destruir el estatus-quo de los productos y servicios existentes para crear nuevos productos y servicios. 

Joseph Schumpeter fue el primero en identificar a la innovación como el motor del cambio económico. En su clásico libro “Teoría del desarrollo económico”, publicado en 1911, postuló que el desarrollo económico es la derivación del desequilibrio dinámico producido por el empresario innovador. Joseph Alois Schumpter fue pupilo de Friedrich von Wieser, uno de los principales exponentes de la Escuela Austriaca lo que le dotó de una amplitud de miras diferente a la marginalista imperante, como era la escuela marshalliana, llamada así por su precursor Alfred Marshall.

4Arocena, R., Sutz, J. (2001): “La universidad latinoamericana del futuro. Tendencias – Escenarios – Alternativas”, Universidad de la República Oriental del Uruguay. Colección UDUAL 11 economía de equilibrio de un sistema económico cerrado no hay lugar para el beneficio. Según dice él, en efecto, si el beneficio es la única manera de mantener los empleos y crear otros nuevos, entonces el capitalismo vuelve a ser un sistema moral. Moral y beneficios: los economistas clásicos habían señalado que el beneficio es necesario como inventivo para quienes toman riesgos. … (pag. 111, los profetas…) 

Schumpeter insistió en que, por el contrario, la innovación —es decir, la actividad que hace pasar los recursos de lo viejo y obsoleto a empleos más nuevos y productivos— es la esencia misma de la economía y sin duda una economía moderna. El agente responsable del cambio es el empresario 5 , quien por medio de la innovación va transformando su entorno inmediato 6 . Jean Baptiste Say economista francés que acuñó la palabra empresario Con el mismo propósito el discurso positivista, la economía se robustece con los aportes de Newton, cuando este expresa que el ser humano mira por una ventana el universo que se rige por leyes inmutables y que la mejor forma de poder verlo son las matemáticas, “el lenguaje de Dios” tal como lo promulgó Galileo.

Para la mayoría de los economistas actuales, al igual que los clásicos, la innovación es un factor externo…

Influenciados por el newtonismo de aquel entonces, los economistas buscaron el equilibrio

Pese a haber roto con la economía clásica, Keynes se manejó totalmente dentro de su estructura. Para él, el problema de la economía era el equilibrio de la economía de las teorías de Ricardo de 1810, que dominaron el siglo XX. Esta economía está referida a un sistema cerrado y estático. La pregunta de Keynes era la misma que se habían planteado los economistas del siglo XIX: Ricardo, Mill, Marx, los “austriacos” y Marshall: “¿Cómo se puede mantener una economía en equilibrio y estabilidad? 

Sin duda inspirado en el equilibrio Newtoniano., pero, con audacia sin precedentes, dio vuelta todas las respuestas. Para él, los fenómenos económicos, la formación del capital, la productividad y el empleo son funciones de la demanda. 

PROPIO DE LA INGENIERÍA ECONÓMICA

La innovación es una práctica, basada en el conocimiento y la experiencia, de los ingenieros economistas. 

5 La función empresarial implica el descubrimiento, evaluación y explotación de oportunidades, es decir, nuevos productos, servicios y procesos productivos; nuevas estrategias y formas de organización, nuevos mercados de productos e inputs que no existían con anterioridad (Shane y Venkataraman, 2000)

La obra de Drucker que mejor describe esta perspectiva del capitalismo es Innovation & Entrepreneurship: Practice and Principles, escrita en 1985. Drucker se mantiene fiel a esta perspectiva en la producción intelectual posterior a este libro. Por esta razón se seguirá el desarrollo de este último trabajo a lo largo de la exposición.