jueves, 1 de octubre de 2020

 

Modelo keynesiano sobre la Demanda Agregada

Empleo e inflación

Cuando se inició la crisis de 1929, predominaba en Inglaterra la teoría de Laissez Faire, popularizada por Adam Smith, que defendía que la intervención del Estado en la economía y los negocios debía ser mínima o nula, siendo ésta la postura adoptada por el liberalismo económico del  siglo XVIII.


Se consideraba que las crisis económicas podían superarse mediante los propios mecanismos del sistema y que la intervención del Estado no era necesaria.


Según Adam Smith, existe una capacidad autorreguladora del libre mercado, a la que denominó "la mano invisible", popularmente conocida en su obra "La riqueza de las naciones" de 1776: "la libertad de mercado está dirigida por una inteligencia intangible que hace que las cosas funcionen".


Y así perduró este pensamiento de no intervención del estado en los asuntos económicos hasta que en 1929 se produjo el crack económico de Estados Unidos y se comenzó a cuestionar el concepto de autorregulación de la economía de Adam Smith.


Cuando en febrero de 1936 John Maynard Keynes publica su  "Teoría general del empleo, el interés y el dinero" se comenzó a generar lo que más tarde se denominó la "Revolución Keynesiana". Keynes defendía que para incrementar el consumo y la inversión era necesaria  la intervención del Estado y que, por lo tanto, las teorías liberales no servían para salir de la crisis.


Afirmaba que la intervención estatal y la planeación central eran necesarias para contrarrestar los fallos que generalmente presentaba el mercado e imprescindibles para asegurar el equilibrio económico.


Los principios de su teoría fueron aplicados en gran parte de los países occidentales a partir del final de la Segunda Guerra Mundial y duró hasta los años setenta.


John Maynard Keynes ha sido, sin lugar a dudas, el economista que más ha influido en el pensamiento y la economía del siglo XX y en artículos como el presente se demuestra que seguirá teniendo influencia en el siglo XXI.

«laissez faire, laissez passer, le monde va de lui mé-me»: 

"dejad hacer, dejad pasar, el mundo funciona por sí mismo".

(J. S. M. Vincent de

Gour-nay, S.XVIII)

Economista británico (Cambridge 5 de junio de 1883 – 21 de abril de 1946). Considerado como uno de los fundadores de la macroeconomía moderna, su principal conclusión es una apuesta por la intervención pública directa en materia de gasto público que permita cubrir el déficit de la demanda agregada. Sostenía los principios del liberalismo clásico, pero proponía la intervención del Estado en aquellos casos en que se viera perjudicado.


Sus teorías fueron tan influyentes que todo un apartado de la macroeconomía ha sido llamado economía Keynesiana.

El pleno empleo y la estabilidad de precios

La teoría macroeconómica de Keynes puso de manifiesto que las medidas de la política fiscal influyen en gran medida en las variaciones a corto plazo del empleo y los precios. Por este motivo, el modelo “keynesiano” justifica la intervención del Estado mediante políticas públicas orientadas a lograr el pleno empleo y la estabilidad de precios.

Según Keynes, la variable fundamental que mueve la actividad económica es, lo que él denominaba, la demanda agregada  (DA), que está formada por la demanda de bienes de consumo (C), la demanda de bienes de inversión (I), la demanda del sector público (G) y la demanda de los mercados internacionales (X-M):

DA = C + I + G + X - M

C: Son los bienes de consumo y servicios que demandan las economías domésticas  (las familias)  y depende de su renta disponible, que será la renta personal que obtienen menos los impuestos.


ISon los bienes que las empresas compran como bienes de equipo y estructura de producción., que suelen ser financiadas con recursos ajenos, por lo que su volumen estará en función del coste del dinero (tipo de interés).

G: Se refiere al gasto público en bienes y servicios de interés general, sin una demanda individualizable, que el  Sector Público realiza como ejecución presupuestaria (Sanidad, Seguridad Nacional, etc.).


X-M: Se refiere a las exportaciones netas; es decir, a la diferencia entre las exportaciones y las importaciones.

Pues bien, con esta fórmula, Keynes proponía combatir los principales problemas que tiene cualquier economía: la inflación y el desempleo.

Mecanismos para luchar contra la inflación

La inflación está generada por un aumento de precios que a su vez se ha provocado por un aumento de la demanda agregada. Por lo tanto, para combatir la inflación habrá que reducir la demanda agregada (DA), y para ello, según la fórmula de Keynes, habrá que reducir cada uno de sus  componentes:

  • Reducir la demanda de bienes de consumo (C)

La forma más directa para reducir la demanda de los bienes de consumo es subir los impuestos. Efectivamente, la economía doméstica (las familias) consumen en función de su renta disponible, que es la renta que recibe menos los impuestos. Si se aumentan los impuestos, se reducirá la demanda de los bienes de consumo.


  • Reducir  la demanda de bienes de inversión (I)

Viene dada por las empresas que demandan bienes de inversión para su producción y que normalmente financian con créditos bancarios. Por lo tanto, si se desea reducir el nivel de inversión, lo más efectivo será subir los tipos de interés (al encarecer el dinero, se solicitará menos cantidad y bajará el volumen de inversión).


  • Reducir la demanda del sector público (G)

Ésta es una decisión presupuestaria, dirigida por el estado y que se traducirá en una disminución del gasto público (menos carreteras, menos hospitales, etc.).


  • Reducir  la demanda de los mercados internacionales (X - M)

Se podría, por ejemplo, reducir las exportaciones, haciéndolas más costosas mediante un aumento de los tipos de cambio.

Mecanismos para luchar contra el desempleo

El desempleo está provocado por una insuficiencia en la demanda global. Por lo tanto, para combatir el desempleo habrá que aumentar la demanda agregada (Da), y para ello, según la fórmula de Keynes, se debe actuar sobre los siguientes componentes:


  • Aumentar la demanda de bienes de consumo (C)

Para estimular el consumo se tendrá que reducir los impuestos, provocando así un aumento de la renta disponible de las familias.

 

  • Aumentar  la demanda de bienes de inversión (I)

Este aumento se conseguirá reduciendo el coste del dinero; es decir, bajando los tipos de interés, incentivando así a  las empresas a invertir.

 

  • Aumentar  la demanda del sector público (G)

Viene del aumento del  gasto público por parte del Estado (más carreteras, más hospitales).

 

  • Aumentar  la demanda de los mercados internacionales (X-M)

Para fomentar las exportaciones habrá que reducir el tipo de cambio. Incrementando las exportaciones se impulsa la producción interna.

Se observa claramente que con el modelo keynesiano  no se puede  combatir ambos problemas a la vez.


Efectivamente, el desempleo se debe a una insuficiencia de la demanda, y esta insuficiencia provoca que los precios bajen. Es decir, no coeexistirán desempleo e inflación.


En cambio, si hay inflación es porque hay un exceso de demanda y este exceso provocará mayor  producción y, por lo tanto, aumentará el empleo. Es decir, no coexistirán inflación y desempleo.

Las políticas necesarias para combatir ambos problemas son completamente opuestas; para combatir la inflación se utilizan políticas totalmente contrarias a las planteadas para combatir el desempleo.

En el planteamiento de Keynes

la inflación y el desempleo no pueden coexistir

Modelo Keynesiano: 1946 - 1973

Entre 1946 (fin de la Segunda Guerra Mundial) y 1973 (Crisis del Petróleo) la inflación y el desempleo eran incompatibles. Es por ello, por lo que pudo aplicarse las herramientas definidas por Keynes.


En estas dos décadas solo existía un problema: la inflación. Eran años de la recuperación económica y un Plan Marshall en pleno desarrollo con la intención de que Europa se recuperara (EE.UU necesitaba ese mercado para sus productos), generando una gran demanda de empleo.


Por lo tanto, al no existir desempleo, las teorías de Keynes eran perfectas para controlar la inflación, mediante los mecanismos comentados anteriormente:   alto nivel impositivo, altos tipos de interés, bajo gasto público y  altos tipos de cambio.

El presidente  Harry Truman firmando la Ley de Cooperación Internacional, conocido como el Plan Marshall, el 3 de abril de 1948 .

Durante dos décadas las políticas Keynesianas triunfaron enfocando la acción del Estado en incentivar la actividad productiva.

Crisis de 1973: Fin del modelo Keynesiano

Cuando en 1973 se disparan los costes de producción, con motivo del crecimiento de los costes de la energía (petróleo), se provoca, por primera vez en la historia económica moderna, una situación en la que coexisten desempleo e inflación y, por lo tanto, la fórmula de Keynes deja de ser útil para explicar este  entorno económico.


Esta nueva situación,   conocida como estanflación, en la que se da conjuntamente un  estancamiento económico con una inflación de precios, puso en tela de juicio la teoría de Keynes.

Precio del petróleo

El modelo keynesiano no podía dar respuesta a esta nueva situación, primordialmente por dos motivos:


1. La inflación de esta década de los 70 era distinta a la anterior; no venía de la demanda agregada, como había previsto Keynes, sino de los costes de los combustibles que afectaban el aparato productivo y el consumo doméstico. No era una inflación de demanda, sino una inflación de costes (Ver su diferencia en el apartado 4 "Causas de la inflación" del artículo "La inflación").


2. Como consecuencia de lo anterior, coexistían desempleo e inflación. El estancamiento provocado por el aumento de los costes vino acompañado de elevados niveles de desempleo, que pasó del 2,6% en 1973, al 7,8% en 1983. Es decir,  incluso en una situación de recesión económica, de insuficiencia de demanda agregada, los precios seguían subiendo.

Es por ello, por lo que se vuelve a las teorías neoliberales, que defendían que los mercados debían mantenerse con libertad para poder alcanzar el equilibrio, con la mínima intervención  del estado. Es el momento del modelo monetarista, con Milton Friedman al frente.


Este premio nobel de economía propugnaba que la administración pública debía limitarse a manejar los tipos de interés (política monetaria). Era el fin del keynesianismo y el inicio del monetarismo.

Este período neoliberal, que abarca desde  1973 hasta 2008, plantea la liberación de los mercados, la mínima actuación del estado (limitándose a la política monetaria) y unos presupuestos equilibrados.

Crisis de 2008: Retorno al modelo Keynesiano

Con el inicio de la crisis económica mundial de 2008, se crea un nuevo contexto de estanflación, en el que la situación de desempleo no coexiste con la de inflación, sino con una situación de deflación.


Para esta situación sí sirve la fórmula de Keynes:

DA = C + I + G + X - M

"Si tuviéramos que recurrir a un

único economista para comprender los problemas que enfrenta la economía, indudablemente ese economista sería John Maynard Keynes.


Aunque Keynes murió hace más de medio siglo, su diagnóstico de las recesiones y depresiones sigue siendo la base de la macroeconomía moderna. En 2008, ningún economista difunto es más prominente que el mismo Keynes” (New York Times) N. Gregory Mankiw.

Efectivamente, en el escenario de 2008, existe desempleo con deflación y, según Keynes, esto se debe a una escasez de demanda. Por lo tanto, habría que estimular la demanda agregada, ya que con ello se aumentaría la producción y se crearía empleo. Y por otra parte,  el incremento de la demanda provocaría una subida de precios, reduciendo así la deflación existente.


Por lo tanto, las medidas que habría que poner en marcha se concretarían en bajar los impuestos, los tipos de interés y los tipos de cambio y, por otra parte, incrementar el gasto público.

Sin embargo, en Europa, los gobiernos se dedicaron a buscar nuevas ideas y fórmulas que no hicieron más que estrellarse una y otra vez contra los males de la crisis.


Paul Krugman, premio Nobel de economía, aunque cree en el papel que desempeñan los mercados, también considera que, en situaciones de crisis, hay que intervenir para evitar males mayores.

En el planteamiento de Keynes

la deflación y el desempleo sí pueden coexistir

En un artículo publicado en El PaísPaul Krugman exponía, apoyando las ideas de Keynes, que recortar el gasto público cuando la economía está deprimida deprime la economía todavía más; la austeridad debe esperar hasta que se haya puesto en marcha una fuerte recuperación.


Sin embargo, los políticos y legisladores se centraron más en los déficits que en la creación de puestos de trabajo, a pesar de que las economías apenas habían empezado a recuperarse de la recesión que siguió a la crisis financiera. Y por actuar de acuerdo con esa creencia antikeynesiana, acabaron dándole la razón a Keynes una vez más ("Keynes tenía razón". El País, 3 de enero de 2012).

Limitaciones del modelo Keynesiano

Las limitaciones que en la actualidad se dan para aplicar el modelo keynesiano obedecen al acceso que se tenga a los instrumentos señalados anteriormente y que vienen dadas por la fórmula de Keynes.


Hasta 1998, cada banco central de los países europeos (Banco de España, en nuestro país) definían y ejecutaban las políticas económicas con autonomía (política monetariapolítica fiscal, política exterior) y, por lo tanto, disponían de plena libertad para variar y fijar los tipos de interés, los impuestos, los tipos de cambio y el gasto público.

Desde el 1 de enero de 1999, el organismo que fija la política monetaria (fijación del tipo de interés) en la zona euro es  el Banco Central Europeo (BCE), que tiene entre sus funciones   definir y ejecutar la política monetaria de la Unión Europea, dirigir las operaciones de cambio de divisas y promover el buen funcionamiento del mercado financiero.

Por lo tanto, los países que han adoptado el euro como moneda única solo disponen para incidir en la actividad económica de los instrumentos fiscales: la recaudación de impuestos y la aplicación del gasto público.

Con estas limitaciones, si lo que se desea es luchar contra la inflación, lo único que se puede hacer, según la fórmula de Keynes y los instrumentos con los que se disponen,  es  subir los impuestos y reducir el gasto público. Es lo que se conoce como   política fiscal restrictiva.


Como consecuencia, al aumentar la recaudación a través de los impuestos y disminuir el gasto público, se evita crear déficit público y deuda pública.

Este tipo de política (restrictiva) se suele emplear en periodos de bonanza económica para controlar la inflación, siendo sus medidas impopulares para las economías domésticas, implicando además una reducción de obras públicas,  becas, ayudas o subvenciones.

En cambio, si nos encontramos en una situación como la de 2008, en la que coexistían desempleo y deflación, la política fiscal a aplicar, siguiendo la doctrina keynesiana, sería expansivabajar los impuestos y aumentar el gasto público.


Como consecuencia, al ser mayor el gasto público que la recaudación por impuestos, aumentará el déficit presupuestario y la deuda pública.


Suele aplicarse en épocas de crisis o recesiones, ya que se necesita aumentar la demanda, lo que provoca un aumento del déficit público. Su abuso suele derivar en inflación.

Pero en este caso existe una segunda limitación impuesta también por pertenecer a la zona euro. Nos referimos al Pacto de estabilidad, que establece límites al déficit y la deuda pública, cuyo incumplimiento pueden dar lugar a sanciones en determinadas circunstancias, generando así menor espacio para las políticas expansivas.


Esto nos lleva a la situación actual en la que la pertenencia a la zona euro limita la posibilidad de aplicar, de forma continuada, políticas expansivas, de acuerdo con el modelo keynesiano, necesarias para combatir el elevado desempleo que sufrimos.

Crisis de 2020: Vuelta al modelo Keynesiano

Como hemos visto en los apartados anteriores, la crisis financiera de 2008 se caracterizaba por el desempleo y la deflación, componentes perfectos para aplicar el modelo Keynesiano: estimular la demanda global mediante la reducción de impuestos y el aumento del gasto público.

 

Es decir, la aplicación de políticas expansivas para estimular la economía. Sin embargo, sabemos que estas medidas hacen aumentar el déficit y la deuda pública, y que existen limitaciones al respecto, especialmente en el marco de la Unión Europea, ya que, según el Pacto de Estabilidad y Crecimiento (PEC), los países que utilicen el euro como moneda, tienen limitado su déficit público (diferencia entre ingresos y gastos) al 3% y su deuda pública al 60% del Producto Interior Bruto (PIB), lo cual, evidentemente, dificulta la implementación de estas políticas keynesianas.


Sin embargo, la aparición del coronavirus a principios de 2020, y sus efectos inmediatos en la economía, han roto toda norma anterior. Se ha visto que ante esta situación extraordinaria, tanto economistas como representantes institucionales, han considerado, casi por consenso, que la única solución es la intervención de los gobiernos y la inyección masiva de liquidez en la economía.


Consciente del impacto generado por el coronavirus, la Comisión Europea decidió, en marzo de 2020, suspender la aplicación de estas normas, lo cual implica que los gobiernos de la UE no tendrán la obligación de cumplir estos límites de estabilidad, permitendo así que aumenten su gasto público. Esto no hace más que reconocer que las políticas keynesianas son las necesarias para revertir la situación económica actual generada por el COVID-19.


VER AQUÍ

No hay comentarios.:

Publicar un comentario