Abdullah Öcalan: El capitalismo es un cáncer social
El líder del pueblo kurdo, Abdullah Öcalan, escribió: “Las enfermedades que causan el caos, como el cáncer, el SIDA y el estrés, se están extendiendo”. En un fragmento de su obra “En defensa del Pueblo”, el fundador del Partido de los Trabajadores de Kurdistán (PKK) analizó las consecuencias de la explotación capitalista, que se convierte en un “cáncer social”.
A continuación publicamos un extracto de su libro:
El poder y la explotación en las manos de la burguesía se desarrollan como un cáncer devorando a la sociedad. Este cáncer social tiene los mismos efectos que el cáncer que afecta a la gente, el SIDA, u otras enfermedades similares. En el momento en que nacía la sociedad capitalista, Hobbes definió el poder (el Estado) como una necesidad “para prevenir que el hombre sea un lobo para el hombre”. Lo opuesto es lo correcto. El capitalismo establece su dominación para hacer que el hombre sea un lobo para el hombre. En los tiempos modernos, el hombre se ha convertido en un lobo, no solo para el hombre, sino para toda la naturaleza. ¿Cómo podría esta clase que aspira a maximizar el beneficio y la acumulación no explotar la sociedad y la naturaleza una vez que llega al poder?
Ningún sistema de dominación social ha atacado las bases de la sociedad como el capitalismo
El marxismo analizó escrupulosamente conceptos como los de valor, beneficio, trabajo, imperialismo y guerra. Con el fin de entender mejor su función en el marxismo, es necesario observarlos en el contexto en que se presentan. La descripción de “falso mesías” en las Sagradas Escrituras, que llega poco antes del Apocalipsis, se adapta muy bien a esta clase. Ningún sistema de dominación social ha atacado y destruido las bases de la sociedad y la naturaleza como el capitalismo. La nación se transforma en nacionalismo y fascismo con connotaciones racistas, la dominación de la naturaleza es una catástrofe ecológica, la ganancia sale del desempleo masivo. Al mismo tiempo, el capitalismo se devora a sí mismo. Gradualmente pierde sus características específicas y se desmorona. Es el propio capitalismo, y no el proletariado, el que lleva a cabo la contrarrevolución contra sí mismo. Sólo superando la sociedad de clases capitalista será posible iniciar una nueva era social.
La sociedad se ha dado cuenta por vez primera de que está atrapada en el caos
El hecho de que el capitalismo considere a todo el mundo “un lobo para el otro” crea un problema de seguridad generalizado. La seguridad social no sólo se ve amenazada por factores externos, como la delincuencia o los delitos tipificados, sino que las amenazas elementales son sobre todo el hambre y el desempleo producidos por el propio sistema. Debido al aumento de los costes por un lado, y al crecimiento de la población por otro, los problemas en educación y sanidad siguen sin resolverse. Las enfermedades que causan el caos, como el cáncer, el SIDA y el estrés, se están extendiendo. La sociedad, que se ve despojada de sus necesidades vitales básicas como el medio ambiente, la vivienda, la salud, la educación, el trabajo y la seguridad, se da cuenta por primera vez en la historia de que no puede encontrar soluciones radicales y que está atrapada en el caos. La falta de una salida causa mareos.
Cuando la solidaridad comunitaria se rompe y los mecanismos de defensa tradicionales se debilitan, el poder individual, o un pequeño grupo, toma su lugar. El terror de la tribu y el clan se desarrolla para oponerse al terror de los poderosos. En la medida en que el sistema de poder político-militar emerge abiertamente en las estructuras del Estado, se crea una situación de legítima defensa para la sociedad. En la medida en que no se aplican las normas jurídicas generales del Estado en materia de igualdad, se aplica el embargo de los derechos humanos y la libertad de opinión democrática y también surgen necesariamente las fuerzas de defensa popular. Esto conduce a una espiral de poder y contrapoder, que en lugar de contribuir a la solución de la crisis, la exacerba.
El deporte y el arte se convierten en opiáceos
Actividades como el deporte y el arte, que deberían ayudar a mitigar y eliminar las contradicciones materiales, así como facilitar el entendimiento mutuo, se transforman en herramientas opiáceas que contribuyen a crear falsas ilusiones. Una función similar se le atribuye a la religión, las congregaciones y las sectas, que impiden a la sociedad discernir la realidad. Se construyen mundos trascendentales y comunidades conservadoras, que actúan como obstáculos en el camino a una solución real. A la tríada del deporte, el arte y la religión se le roba su verdadera esencia histórico-social para hacer a la sociedad ciega e insensible, con defensas y corazones de piedra. Con ella, se crean paradigmas ilusorios, con el fin de hacer que la falta de una salida sea aceptada como inevitable. Este tipo de resistencia contra el caos genera el efecto contrario, es decir, lo multiplica todavía más.
Especialmente en épocas similares, el arte, la ciencia y la tecnología deben actuar como mecanismos de protección y desempeñar un papel iluminador, constructivo y orientador en la reorganización. Sin embargo, el monopolio extremo del poder oficial les impide cumplir esta función y producir soluciones sociales. La ciencia se limita a analizar los aspectos de las partes individuales, sin una visión de conjunto. Se desperdician enormes recursos en armamentos inútiles y guerras, en vez de en la solución de problemas urgentes; los hombres se orientan hacia productos con fines de lucro, contrarios a las necesidades básicas de la sociedad. Los efectos negativos de todo esto ayudan a reforzar el caos.
Podríamos expandirnos más allá de la definición de caos, del cual el sistema es responsable y en el cual toda la sociedad ha estado involucrada. Pero para nuestro propósito esta descripción es suficiente. Si no tomamos conciencia de esta situación de caos, sino que pensamos y actuamos como si viviéramos en una situación de normalidad, no podremos evitar los errores elementales que repetiremos indefinidamente, en lugar de hallar una solución.
La batalla debe ser ganada especialmente en el nivel del intelecto, es decir, de la mentalidad
En tiempos como estos, los esfuerzos intelectuales son mucho más importantes que en otros. En particular, y dado que las estructuras científicas tradicionales, como las universidades y la religión, contribuyen más a la incomprensión que al entendimiento, cualquier esfuerzo intelectual verdaderamente esclarecedor es aún más valioso. La ciencia y la religión, esclavas del poder, son sumamente eficaces para difundir paradigmas falsos y distorsionados. En tiempos como estos, deberíamos ser muy cuidadosos con el papel contrarrevolucionario de la religión, el arte y el deporte. Cada vez es más necesaria una cierta ciencia y estructuras científicas capaces de ofrecer a la sociedad proyectos reales y paradigmas adecuados, que yo llamaría “escuelas y academias socio-científicas”. La batalla debe ganarse especialmente en el nivel del intelecto, es decir, de la mentalidad. Vivimos en una época en la que la revolución intelectual tiene una importancia decisiva.
La revolución de la mentalidad debe llevarse a cabo en concordancia con valores morales. Cuando las conquistas intelectuales no van de la mano de las morales y éticas, el resultado sigue siendo incierto y, en cualquier caso, transitorio. Hay que tener en cuenta la enorme ruina ética que ha provocado el sistema y, en su lugar, hay que poner en marcha una conducta ética y moral.
Una batalla contra el caos que esté desprovista de ética y moral puede engullir al individuo y a la sociedad entera. La moral no puede ignorar las tradiciones sociales, sino que debe desarrollar una nueva ética social en armonía con ellas. Puesto que el sistema dominante en la fase del caos utiliza las instituciones políticas y sus instrumentos sólo para la demagogia, hay que ser especialmente cuidadoso en la elección de los medios e instrumentos políticos. Para que los partidos, las elecciones, los parlamentos y los gobiernos regionales tengan su papel en la realización de la sociedad ecológico-democrática, deben ser capaces de desarrollar unas herramientas útiles para resolver los problemas.
Debe haber una estrecha relación entre la organización política, con su práctica, y la sociedad construida en un sentido democrático, municipal y ecológico. En la fase de caos, deben implementarse estos procedimientos generalmente formulados.
FUENTE: ANF / Edición: Kurdistán América Latina
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