Carlos Alberto Rojas Marcos
EN: Salud ambiental: un aporte al manejo del ambiente para una salud de calidad en el Perú. Ministerio de Salud; Univ. Nac. Mayor de San Marcos. Lima. p. 27-43. 1997
Indice
1. Crisis planetaria y construcción social de la ecología 2. La conceptualización del desarrollo sostenible 3. La Cuestión de la sostenibilidad 4. Desarrollo sostenible; aproximaciones desde el Perú
La conciencia mundial sobre la crisis ecológica global y sus causas antrópicas alcanzada en las últimos décadas ha dado curso a un cambio crucial: el declive de la privilegiada relación- de cinco siglos- entre el hombre y el conocimiento científico- tecnológico y, a la vez, la gestación de una nueva percepción de las interrelaciones entre los hombres y entre los seres humanos y la naturaleza.
El afianzamiento de estas perspectivas ha ido paralela a la evolución de un nuevo saber: la ecología. Esta disciplina, anunciada a fines el siglo pasado por Ernest Haeckel, ha operado todo un proceso de modelamiento de su objeto de atención ampliando sus perspectivas casi de modo geométrico. Este proceso constituye uno de los grandes avances culturales del siglo XX, el crecimiento del campo de estudio de la ecología puede ser reseñado del siguiente modo (di Castri, 1982):
Los primeros cuatro períodos obedecen a un proceso creciente de complejización del conocimiento de la vida en el planeta. Hasta entonces la ecología era percibida como ciencia sucedánea de la biología.
Los dos últimos períodos constituyen todo un salto intelectual producto de la rapidez y la masa de conocimientos que posibilitaron los sistemas informáticos (conciencia de los impactos ambientales de la actividad humana), como de la capacidad de percepción global del planeta fruto de la salida del hombre al espacio (conciencia del límite) (Becker, 1 995). Es entonces con la ayuda de la computadora y el satélite que la ecología logra independizarse de la biología y adquirir el sentido transdisciplinario y holístico que hoy tiene.
Producto de esta ampliación de perspectivas ganan verosimilitud y legitimidad cultural los enfoques descentralizados de la vida, en los que el hombre "se reintegra a la comunidad de vida de la Tierra", superando una visión antropocéntrica que desde el siglo XV buscó imponer la voluntad humano a la vida social y a la naturaleza tras adquirir mejores capacidades de conocimiento (a través de la ciencia) y de transformación (a través de la tecnología). Este reposicionamiento existencial del ser humano aportó también a un ajuste ético sobre las responsabilidades humanas para con el planeta, pasando de la idea del dominio a la de solidaridad.
Tras la toma de conciencia internacional de la seriedad de la crisis ambiental global a la que nos han llevado los sistemas económicos productivistas (capitalista y socialista), como los hábitos de vida de los países industrializados, la inteligencia mundial ha variado su enfoque de los problemas y las relaciones internacionales.
Del análisis de la confrontación ideopolítica y económica entre los sistemas hegemónicos de oriente y occidente, se ha pasado al análisis de la sustentabilidad del desarrollo humano. Este nuevo horizonte de preocupación internacional ocurre ciertamente en un contexto de tensión.
Por un lado está el despegue de las fuerzas productivas resultado del predominio del sistema de libre mercado, la reorientación de las inversiones- del rubro militar al civil- con motivo de la progresiva resolución de los grandes conflictos internacionales y la apertura de nuevos mercados (Europa Oriental y China). La sumatoria de estas fuerzas proporciona, de alguna manera, un sentido de optimismo político al proyecto desarrollista.
De otro lado, y no con menos fuerza, está la presencia de la crisis ecológica global generada por décadas de productivismo y consumismo. Los cambios climáticos, el deterioro de la capa de ozono y la pérdida de biodiversidad, están socavando las bases materiales de la civilización humana. Estos problemas, resultado del uso ilimitado e ineficiente de la energía y los recursos naturales, como de las masivas emisiones de desechos y contaminantes al ambiente, ofrecen el sentido crítico al proyecto desarrollista.
Una expresión cuantitativa de este fenómeno está registrado en el informe "Estado del Mundo 1990" del Worldwatch Institute. Allí se precisa que el rendimiento económico mundial adicional obtenido en cada una de las cuatro décadas pasadas, corresponde al crecimiento económico total desde comienzos de la civilización hasta el año 1950. Es decir que en cada una de las cuatro décadas pasadas se registró más crecimiento que en los últimos dos mil años.
2. LA CONCEPTUALIZACIÓN DEL DESARROLLO SOSTENIBLE
Sobre esta realidad, en los últimos 30 años, ha ido prosperando la conceptualización y experimentación en torno a la idea de un modelo de desarrollo alternativo que dé cuenta de las demandas de crecimiento económico, de equidad en la distribución de los excedentes, y de las necesidades de sustentabilidad del proceso.
El resultado ha sido la propuesta de lo que hoy se conoce como desarrollo sostenible que, primero, ponía énfasis en el proceso económico y, hoy, en la sostenibilidad del conjunto de la vida social- y la vida en general.
2.1 CONCIENCIA BIOSFERICA Y EL ECODESARROLLO
Sobre algunos antecedentes a nivel de países, podría decirse que el proceso global de comprensión y crítica de los impactos ambientales de los vigentes modelos de desarrollo empieza a mediados de la década del 60 con la formulación del concepto de biosfera hecho por Theilhard de Chardin. Como se sabe la biosfera es la pequeña y limitada capa de tierra, agua y aire que esta sobre la superficie de la Tierra, constituyendo el hábitat sobre el cual se desarrollan todos los seres vivos. La biosfera existe gracias a un complejo proceso de captación y transformación de la energía solar y su capacidad de autoregulación (de Chardin, 1965).
Expresión institucional de este nuevo nivel de conceptualización es la "Conferencia intergubernamental sobre la utilización racional y la conservación de la biosfera", convocada por la UNESCO en 1968. Resultado de esta iniciativa se crea el Programa el Hombre y la Biosfera (MAB: Man and Biosphere) para promover las investigaciones sobre la intervención de nuestra especie en los ecosistemas y el planeta.
Esta perspectiva del planeta y los modelos de simulación que posibilitaban las nuevas computadoras dieron curso a un nuevo objeto de investigación: la interrelación dinámica entre ecología global y sociedad mundial. Uno de los primeros modelos que marcaron el rumbo en este sentido lo presentó Dennis Mendows en el Club de Roma en 1972, siendo seguida por otros trabajos y datos más exactos (Meadows,1972).
Ese mismo año, 1972, se realiza en Estocolmo la Conferencia Internacional sobre el Medio Humano con participación de 1200 delegados de 140 países. Este es el primer evento político de alto nivel que alerta al mundo sobre las implicancias ambientales de los vigentes modelos de producción y de vida. Genera una declaración de principios de 26 puntos y establece el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA). Instituye también el Día Mundial del Medio Ambiente (5 de junio de cada año).
Al año siguiente, Maurice Strong, Secretario General de la Conferencia y primer Director Ejecutivo del PNUMA, lanza la propuesta del ecodesarrollo, concepto que luego será profundizado- entre otros- por lgnacy Sachs, creador del Instituto de Ecodesarrollo en la Escuela de Altos Estudios Sociales de París.
Para Sachs el ecodesarrollo es una manera de pensar el desarrollo introduciendo una dimensión más: la dimensión ambiental (Sachs, 1990). Esta dimensión debería ser entendida a partir de un diálogo histórico entre las culturas y los ecosistemas - formas concretas con que se expresan las actividades humanas y la naturaleza- en torno a sus capacidades de adaptación (diversidad) y transformación (cambio). Un aporte significativo del concepto fue la identificación de las que servían las bases del nuevo modelo de desarrollo: tener un fin social, ser ecológicamente prudente y económicamente eficiente.
Por aquellos años otra importante línea de análisis- y crítica- del desarrollo se origina en los trabajos de Herman Daly y su propuesta de una economía estable anunciada en 1978. Analizando la moderna obsesión por el crecimiento como respuesta a las demandas sociales, Daly cuestionó la noción que "más es mejor" proponiendo como un axioma más saludable "lo suficiente es mejor", y la reorientación de la dirección de la economía hacia un crecimiento cualitativo: "el fin del incremento físico no es el fin del progreso, es mas bien una precondición para el progreso futuro" (Daly, 1984).
2.2 NUESTRO FUTURO COMUN
Es por entonces, 1983, que el 38 período de sesiones de la Asamblea General de las Naciones Unidas constituye la Comisión Mundial sobre Medio Ambiente y el Desarrollo y le encarga elaborar un informe; preside la Comisión la Primera Ministra de Noruega Gro Harlem Brundtland.
Cuatro años después, en 1987, la Comisión presenta y difunde el informe titulado "Nuestro Futuro Común", desencadenando un intenso debate internacional. El documento, formula y difunde a nivel internacional el concepto de desarrollo sostenible, bosquejado unos años antes por organismos de las Naciones Unidas.
Según el Informe Brundtland el desarrollo sostenible es definido como un "desarrollo que satisface las necesidades del presente sin comprometer la capacidad de las futuras generaciones para satisfacer sus propias necesidades". En este sentido propone "asumir algunas limitaciones- no absolutas- en función al estado actual de la tecnología y la organización social sobre el uso de los recursos del medio ambiente y la capacidad de la biosfera para absorber los efectos de la actividad humana" (WCED, 1987).
El informe constataba que el mundo industrializado había usado tanto del capital ecológico del planeta que la sostenibilidad de la vida futura estaba en riesgo. También que el crecimiento contínuo e incontrolado de la población aumentaba la presión sobre los recursos y lentificaba la mejora del nivel de vida. Para los primeros exigía "que modifiquen sus hábitos de vida- por ejemplo en relación al consumo de energía -, de modo que sean compatibles con las posibilidades ecológicas del planeta". Para los segundos planteaba que "el desarrollo duradero sólo sería posible si el tamaño y crecimiento de la población se ajustaba a las variaciones del potencial productivo de la Tierra como ecosistema".
Nuestro Futuro Común introdujo el concepto de desarrollo sostenible y el de la responsabilidad intergeneracional como nuevos principios políticos para guiar el desarrollo económico. En general apostaba a tener un crecimiento económico pero en una tasa más baja y estable; el crecimiento definido más en términos de calidad de vida que simplemente más cantidad de bienes materiales. Ello supone cambiar los patrones vigentes: el productivismo y el sobreconsumo (Brundtland, 1989).
En su momento, el concepto originó entusiasmo tanto como un gran debate internacional. Se reconocía su visión global y de futuro, pero se criticaba que no señalaba suficientemente el diferente grado de responsabilidad del norte y el sur respecto al deterioro del planeta, precisando que el impacto ambiental del modelo de producción y de vida de los países ricos del norte era mayor que el que causaban los países del sur en su lucha contra la pobreza (Gomero, 1989). Aparecían así inequitativas las necesidades de conservación del planeta planteadas por el norte frente a las demandas de desarrollo hechas desde el sur.
Un ejemplo de esta percepción fue la argumentación de un funcionario chino, frente a la observación que su país tenía como meta dotar de refrigeradores a todos sus hogares, para lo cual estaba construyendo nuevas fábricas de cloro-fluoro carbonos. Señaló que "los Estados Unidos y Europa habían tomado el camino más fácil del crecimiento, el derroche económico, llenando la atmósfera con bióxido de carbono y CFC en el proceso. ¿Por qué entonces debían sufrir los estándares de vida en China como resultado?"
2.3 DESARROLLO Y CRECIMIENTO
Cuatro años después, el importante documento "Cuidar la Tierra. Estrategia para el Futuro de la Vida" (UICN-PNUMA-WWF,1 991) aportó significativamente al esclarecimiento de ideas y términos, enfocando el desarrollo sostenible como un proceso que requiere un progreso simultáneo global en diversas dimensiones: económica, humana, ambiental y tecnológica (WRI-PNUMA-PNUD, 1992).
El documento observó también que, generalmente, se hablaba indistintamente de "desarrollo", "crecimiento" y "utilización" sostenibles como si fueran idénticos, cuando en realidad no lo son. Precisó que crecimiento sostenible es un término contradictorio, nada físico puede crecer indefinidamente. Uso sostenible sólo es aplicable a los recursos renovables (significa utilización a un ritmo que no supere su capacidad de renovación).
Señaló además que una economía sostenible es el producto de un desarrollo sostenible. Mantiene la base de recursos naturales y puede continuar actuando mediante el mejoramiento de los conocimientos, la organización, la eficiencia técnica y la sabiduría. También que una sociedad sostenible es aquella que vive conforme los principios de vida sostenible (ver recuadro).
Ese mismo año, Dennis Meadows, aporta también a esta precisión mencionando que "Crecimiento es el aumento material de una magnitud. Desarrollo, en cambio designa un cambio cualitativo. Cuando algo crece, aumenta cuantitativamente, cuando algo se desarrolla, mejora cualitativamente o por lo menos en otro sentido. Crecimiento cuantitativo y cambio cualitativo están sujetos a leyes diferentes. Nuestro planeta, en general, se desarrolla sin crecer, su masa no aumenta. Nuestra economía, que no es más que un subsistema de nuestro planeta limitado y no creciente, debe adquirir a corto o largo plazo una forma de desarrollo uniforme" (Meadows, 1992).
De ello se deduce una conclusión remarcable: "aunque es cierto que existen límites materiales al crecimiento, ello no implica necesariamente que existan también límites del desarrollo. En este sentido el saber humano, la conducta social, el amor y la bondad, los modos de vida y las formas de expresión artística pueden desarrollarse infinitamente" (Becker, 1995).
El Banco Mundial, en su informe sobre el Desarrollo Mundial de 1992, respaldó el concepto de desarrollo sostenible planteado por la Comisión Brundtland, asumiendo que no había ninguna diferencia entre las metas de la política de desarrollo y las de una protección adecuada del medio ambiente. Sin embargo en este mismo informe el Banco reconoce lo difícil que resulta dar precisión al concepto de sostenibilidad, "poderosa metáfora para centrar la atención en la necesidad de una mejor administración ambiental".
El informe opta por lo que considera una definición más restringida- y por supuesto discutible- de desarrollo sostenible: el "desarrollo responsable desde el punto de vista ambiental", es aquel que busca niveles de bienestar crecientes y sostenibles basando las políticas de desarrollo y medio ambiente en una comparación de costos y beneficios. Sobre esta idea el Banco plantea el "imperativo de aprovechar la oportunidad actual para provocar una aceleración del desarrollo humano y económico que sea sostenido y equitativo".
Para ello respalda los esfuerzos por determinar y asignar valores a los recursos naturales, así como tomar en cuenta los costos ambientales en la adopción de decisiones. Precisa que los costos de la protección y mejora del medio ambiente son elevados en términos absolutos, pero moderados en comparación con sus beneficios y con las ganancias que se pueden derivar del crecimiento económico.
2.4 DEL CONCEPTO A LA ACCION: LA AGENDA 21
Ese mismo año, 1 992, ocurrió uno de los acontecimientos más importantes para el pensamiento y la política de fin de siglo: la Conferencia de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente y el Desarrollo (UNCED). Convocada con tres años de anticipación, el proceso preparatorio de la Cumbre, como su propia realización, posibilitaron la sensibilización y debate masivo de la población mundial en torno al desarrollo y los impactos ambientales, sus causas y sus implicancias para el planeta. Fue probablemente la mayor movilización intelectual ocurrida hasta entonces en la historia humana.
De modo general podría decirse que- en las últimas cuatro décadas- la preocupación global por el tema ambiental habría pasado por diversos momentos: la emergencia de la preocupación (fines de los 60 hasta 1975), una relativa involución del interés por el problema debido a la agudización de la guerra fría (1975, mediados de los 80), conciencia generalizada de la crisis ecológica global (1987- 1992) proyectándose en los intentos de operacionalización de los cambios (iniciada con la presente década).
La Conferencia en sí no procesó ni aprobó una definición formal de desarrollo sostenible, hizo algo más importante: intentar su aplicación u operacionalización a través del debate y aprobación de la Agenda 21 y de dos instrumentos vinculantes: las convenciones de diversidad biológica y cambios climáticos (Keating, 1993).
Similar fue el temperamento de otros documentos preparatorios o complementarios a los documentos oficiales de la Cumbre de la Tierra. Para América Latina están los casos de "Amazonía Sin Mitos" (TCA-BID-PNUD, 1 991) y "Nuestra Propia Agenda" (BID-PNUD, 1991) que apostó a un desarrollo que distribuya más equitativamente los beneficios del progreso económico, proteja el medio ambiente nacional y mundial en beneficio de las futuras generaciones y mejore genuinamente la calidad de vida.
Donde sí continuó el debate sobre la conceptualización del desarrollo sostenible fue en el ámbito de las ONG. Al respecto el hito simbólico más importante fue el Foro Global (Foro Internacional de ONGs y Movimientos Sociales), realizada de modo paralelo a la Cumbre de Río en 1992. El Foro, que convocó a más de 3000 personas y 1200 organizaciones civiles de todo el planeta, a través de sus distintos documentos, particularmente en la denominada Declaración de Río, "rechazó enérgicamente que el concepto de desarrollo sustentable sea transformado en una categoría económica, restringida al empleo de nuevas tecnologías y subordinada a cada nuevo producto del mercado".
Frente a ello sostuvo que 'la salvación del planeta y de sus pueblos presentes y futuros exige la creación de una nueva civilización fundado sobre una ética que determine y se base sobre los límites de la prudencia, el cuidado y respeto por la diversidad, la solidaridad, la justicia y la libertad".
En general las ONG incidieron que "más allá de un desarrollo sustentable, se vaya a la construcción de una sociedad ecológicamente sustentable y socialmente justa" (Pacto Acción Ecológica de América Latina, 1993).
2.5 CONSTRUYENDO INDICADORES
Otra línea de trabajo- procesada desde mediados de los años 80- y que ha producido significativos aportes para el análisis y crítica de los modelos de desarrollo está en la construcción de indicadores de calidad de vida y de sustentabilidad ecológica.
Sobre calidad de vida quizá los más conocidos son los adoptados por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), estos son: el Indice de Desarrollo Humano (IDH) que evalúa longevidad, educación e ingreso, y el Indice de libertad Humana (ILH) que es una variante de los conceptos desarrollados por Charles Humana en la obra World Human Rights Guide, en la cual se utilizan 40 indicadores para medir la libertad.
Sobre la sustentabilidad ecológica puede verse los propuestos en el ya referido documento "Cuidar la Tierra". Allí se proponen tres indicadores:
Otros indicadores relevantes vinculados al desarrollo fueron propuestos por Manfred Max-Neef como parte de su teoría del "Desarrollo a Escala Humana" aplicada hasta ahora en 25 países (Max- Neef, 1986). El autor, desde el Centro de Alternativas para el Desarrollo, construyó un método para determinar cómo valoran subjetivamente las personas de diferentes sociedades su calidad de vida, evaluando 9 necesidades fundamentales en función a su satisfacción o insatisfacción relativa.
Con la aplicación del método el autor encontró un fenómeno que denominó hipótesis del umbral (threshold hypothesis) gráfico 1. Según esta conjetura, "toda sociedad atraviesa por una fase en la que el crecimiento económico, medido a la manera convencional, contribuye a un mejoramiento de la calidad de vida social hasta alcanzar un punto– el llamado punto del umbral- a partir del cual el crecimiento conlleva a un deterioro repentino de la calidad de vida (Max-Neef, 1995a). Estos datos dan sustento empírico a las teorizaciones respecto a la búsqueda de nuevos "modelos de bienestar" basados en la reducción del consumismo y un uso más eficiente de la energía y los recursos en el mundo, principalmente en los países ricos del norte.
Casi simultáneamente, Herman Daly y John Cobb, desarrollan un llamado "índice de bienestar económico sostenible", combinando 8 componentes medibles que afectan directamente a la calidad de vida. Valiéndose de este índice los autores investigan la evolución de la economía de los Estados Unidos y comparan el referido índice con el crecimiento económico per cápita, entre 1950-1989. El estudio mostró que durante 40 años subió la renta per cápita sin interrupción, distinguiéndose en cambio que el índice de bienestar económico sostenible sólo creció hasta 1970-72 a partir del cual empezó de pronto a bajar. La hipótesis del umbral se confirmaba con otra metodología.
Sobre esta base otro equipo de investigadores - integrado también por Max -Neef ha venido replicando la investigación en más de 10 países, confirmándose en todos los casos la hipótesis. Ello significaría que para las economías nacionales existirían motivos concretos para una transición- en un punto determinado de su desarrollo- de una economía cuantitativa a una economía cualitativa. Para ello, actualmente están trabajando en indicadores que muestren con antelación cuánto le faltaría a una economía nacional para llegar al punto del umbral (Max-Neef, 1995b).
2.6 EFICIENCIA Y SUFICIENCIA
Esta y otras investigaciones complementarias han aportado a la precisión del sentido del desarrollo sostenible en función al tiempo-espacio histórico y las necesidades percibidas por las actuales generaciones. Así el desarrollo sostenible ya no es definido de modo abstracto, sino como la gran estrategia o la gran vía de cambio para el logro de una finalidad: un "nuevo modelo de bienestar" capaz de conjugar dos revoluciones: la eficiencia técnico-económica y la suficiencia cultural-simbólica (Becker, 1995).
Según Becker la revolución de la eficiencia técnico- económica sería la respuesta a la preocupación por los límites del crecimiento o a la capacidad de regeneración de los ecosistemas y recursos o a la capacidad de absorción de los sistemas ecológicos locales y nacionales (emergencia de residuos) o globales (modificación del clima, desertificación); para ello ofrece modelos para regular los flujos de energía y de materias, innovaciones técnicas y sistemas de gestión adecuados.
La revolución de la suficiencia cultural-simbólica seria la respuesta a los valores, las formas de vida, los patrones de consumo que posibilitan tanto el productivismo como el consumismo, responsables del deterioro ambiental que sufre el planeta; frente a ello propone una nueva ética, un cambio de pensamiento y un nuevo orden simbólico fundados en la conciencia del límite y la responsabilidad para con la naturaleza y con las futuras generaciones.
La primera se basa en conceptos y opera primordialmente con cifras y hechos reales; en la segunda predominan los conceptos de las ciencias sociales y de la cultura y trabajo preferentemente con visiones y promesas. Hasta hoy estas entradas en el diagnóstico de la crisis y en la formulación de soluciones han estado escindidas tanto en el norte como en el sur impidiendo sentar las bases del desarrollo duradero: eliminar la pobreza en los países en desarrollo, como limitar la riqueza y el bienestar de los países industrializados. (Gráfico 2 y 3).
El factor eficiencia tiene que ver fundamentalmente con el de la productividad. "En el pasado, el progreso técnico se equiparaba principalmente con el aumento de la productividad laboral, sin considerar la productividad de recursos. La ciencia y la tecnología, junto con la logística y una buena gestión, han logrado, en los países que van a la cabeza, un aumento de la productividad laboral de factor 20 en el transcurso de 150 años. En cambio la productividad de recursos se quedó atrás en el proceso. No ha subido casi nada, como lo demuestra el hecho de que el consumo de energía y recursos materiales en todos los países industrializados ha aumentado casi paralelamente al producto bruto interno" (Yon Weizsacker, 1997).
Frente a ello algunos expertos piensan que se trataría, en términos del análisis del cambio estructural a nivel macro, de "separar (desacoplar) la evolución del producto bruto del consumo de recursos ecológicamente sensibles"; en términos prácticos esto implicaría hacer posible lograr un menor consumo específico del ambiente (menos uso de recursos por unidad de producción) y generar un menor impacto ambiental específico (menor emisión de efluentes contaminantes y residuos por unidad de producción) (Simonis, 1997).
La factibilidad de este tipo de propuestas ha sido resaltada por instituciones especializadas (como el Instituto Wuppertal para el Clima, Medio Ambiente y Energía de Alemania), que demuestra que, en la actualidad, en varios sectores, se está en capacidad de mejorar en factor 4 la productividad- o eficiencia- energética; todo ello con las tecnologías existentes y sin mayores cambios de conducta o de infraestructura. Este hecho permitiría una duplicación de los servicios energéticos y, al mismo tiempo, reducir a la mitad las emisiones de gas de invernadero relacionadas con el empleo de energía.
2.7 DESARROLLO DE BASE, HUMANO Y ECOLÓGICO
Con todo su potencial ¿pueden los enfoques técnicos de la eficiencia económico- ecológica dar cuenta de los grandes problemas del equilibrio ecológico y el de la sobrevivencia humana?. Pensadores como Pedro Morandé señalan que "ambos problemas sobrepasan los aspectos tecnológicos para constituirse en un desafío de carácter fundamentalmente antropológico y cultural" (Morandé, 1994).
Al respecto plantea dos preguntas cruciales: ¿por qué vale la pena sobrevivir? y ¿cuál es el vinculo que nos une con toda la historia humana, con la memoria de las generaciones pasadas y con la vida de las que vendrán?. Sostiene que, sin una respuesta satisfactoria a ambas preguntas, pierde todo sentido cultural la preocupación por hacer algo en favor del equilibrio del ecosistema.
La primera pregunta parte de suponer que la sobrevivencia no es un deseo o un anhelo que podamos imputar por igual a todas las personas o a todas las culturas. Menos todavía a la cultura actual, una de cuyas tendencias más poderosas es el nihilismo, caracterizado por la falta de sentido a la existencia y la consecuente indiferencia frente a la autodestrucción o el mismo deseo de desaparecer. Sin superar esta tendencia y resignificar el sentido de la vida humana, difícilmente se podrá plantear- con éxito- la demanda de protección de la naturaleza.
De otro lado, suponiendo que las actuales generaciones deseen sobrevivir, por que han encontrado un sentido para su existencia, ello no asegura que además quisieran sacrificarse- aceptando niveles moderados de bienestar- para que las generaciones distantes, de los años 2300 o 2500 por ejemplo, hereden un ecosistema equilibrado que les permita tener una buena calidad de vida. Ello sólo sería posible con la percepción de que la vida es una continuidad, que tenemos entrañables lazos de unidad con las generaciones que vendrán del mismo modo que las tenemos con las que nos han antecedido en cientos o miles de años.
Es entonces con la resignificación y la trascendencia del sentido de la vida que es posible recuperar la admiración por "el ser" (unidad hombre- naturaleza) y darle responsabilidad al "hacer" (sustentabilidad).
En este sentido es que es posible y realista hacer una pregunta operativa ¿qué es mejor dejar a las generaciones futuras?, ¿dejarles el mismo stock físico de recursos o la posibilidad de estar a lo menos tan bien- en el sentido económico y social- como la generación actual? (Dixon y Fallon, 1989).
Las respuestas más sólidas van por el sentido de dejar dos dotes: un patrimonio natural suficiente, vital y diverso para un volumen de población relativamente estable (stock de recursos y cero crecimiento demográfico), como la responsabilidad y las capacidades necesarias para administrarlas con eficiencia (estrategia de desarrollo sostenible). La opción de heredar el "bienestar o la felicidad", es vista con desconfianza considerando que ésta es relativa a los valores y modos de vida de cada generación (y sabemos que los apreciados y modelados por las últimas generaciones son las que han causado la presente crisis ecológica global). Si algún ideal de bienestar adecuado es posible preveer éste estará fundado en los ya referidos valores de la suficiencia y solidaridad.
Desde América Latina otra expresión relevante y enriquecedora del concepto de desarrollo sostenible- basada en el diálogo académico y las experiencias de promoción del desarrollo rural- es la presentación de un marco conceptual orientado a definir una estrategia de desarrollo de base humano y ecológico formulado, desde el seno del Consorcio Latinamericano de Agroecología y Desarrollo/ por Andrés Yurjevic. Esta es quizá la propuesta más consistente formulada hasta hoy desde nuestro subcontinente.
El desarrollo humano y ecológico plantea que los daños ambientales y la pobreza perennemente producidos por los procesos de transformación basados en el conocimiento científico y tecnológico convencional, así como la lógica que guía al pensamiento económico dominante, han generado la pérdida de una doble armonía y una alteración básica en el orden jerárquico natural.
La primera armonía rota que se puede verificar tiene lugar al interior de la biosfera, la cual ha visto alterados sus mecanismos de autoregulación y experimentado un creciente empobrecimiento. La segunda armonía perdida que, en gran medida, explica la primera, tiene lugar al interior del propio ser humano, el cual ha hipertrofiado su racionalismo, inhibiendo el desarrollo de su sensibilidad y voluntad.
La propuesta, analizando casi todas las opciones sistematizados sobre la relación desarrollo y economía, pone especial énfasis en respetar la diversidad y los mecanismos de regulación de la biosfera, restaurar la armonía del ser humano y subordinar las estructuras y la política económica al logro de las necesidades humanas de las presentes y futuras generaciones; todo ello como parte del proceso de desarrollo, entendido como la transformación que experimenta una sociedad en la búsqueda de márgenes crecientes de libertad, bienestar y participación para la población.
3. LA CUESTION DE LA SOSTENIBILIDAD
Si alguna palabra universal existe hoy, ésta es sostenibilidad. La generalización de su uso dato de la década del 60 como parte del discurso del movimiento ecologista, y de la retórica política en los años 80. Su difusión ha sido posible gracias a su pertinencia en el análisis de la crisis ecológica global, como a su polisemia: todos los sectores encuentran compatibilidad con el término y se benefician de su ambigüedad.
Sustentar viene del latín sustenere y significa mantener algo. En el contexto de recursos y el medio ambiente sustentar significaría entonces mantener o prolongar el uso productivo de los recursos y la integridad de la base de recursos.
3.1 LOS USOS DE LA SOSTENIBILIDAD
Autores como Dixon y Fallon (1989) han precisado que, en términos generales, se pueden identificar tres usos distintos del concepto sustentabilidad. El primero como concepto puramente físico para una clase especial de recursos biológicamente renovables, tales como los recursos pesquemos o forestales. La meta se limitaría a manejar el stock de recursos (peces, árboles, manantiales, etc.) mediante la regulación de los índices de cosecha o el flujo de recursos (pesca, tala, uso de agua, etc.). En teoría la ecuación puede funcionar, pero se ve dificultada por la influencia de fuerzas económicas y acontecimientos externos (la contaminación, el clima, la tecnología, etc.).
El segundo uso es como concepto físico para un grupo de recursos o ecosistemas. Esta preocupación ocurre por que no siempre es posible manejar todas las piezas de un ecosistema en forma armónica, pudiendo su stock aumentar (mejorarse), disminuir (degradarse), mantenerse (conservación) o pasar de un uso a otro (destruirse) como cuando se tala un bosque para hacer tierras de cultivo.
El tercer uso es como concepto socio- económico para sugerir el aumento sostenido del nivel de bienestar individual y social. El problema aquí es que el término sustentabilidad, desarrollado originalmente en un contexto biológico- físico, ha sido extendido en su uso a contextos sociales y económicos muchísimo mas complejos, generando confusiones y nuevos problemas.
3.2 ENFOQUES DE SU APLICACION A LOS FENOMENOS HISTORICOS
En términos generales, distinguimos dos grandes enfoques en la aplicación del concepto sustentabilidad a fenómenos históricos. Uno poniendo énfasis en aspectos técnico- económicos y el otro en aspectos ético- sociales (ver siguiente recuadro).
Uno de los enfoques de la sustentabilidad estaría así asociado al espíritu racionalista de la modernidad y su visión del tiempo: la perdurabilidad. Según esta lógica, si una actividad es sostenible, virtualmente podría continuar por tiempo indefinido, aunque, por un elemental sentido de realismo, se acepta que la sostenibilidad es planteada desde el presente y bajo determinadas condiciones, no pudiendo haber garantía de sustentabilidad a muy largo plazo por la existencia de factores desconocidos o imprevisibles.
En suma estaría limitada a la escala humana de intervención en el tiempo.
Para algunos autores corno Ramón Folch (1995) la concepción temporal de la sustentabilidad sería finalmente conservadora, pues tendería a reforzar los estados o procesos que tienden a continuar o tienden al equilibrio. Por ello, en términos de conducta humana, esta concepción de la sustentabilidad puede ser también adormecedora de la voluntad humana, llevando a ejercerla sólo para adaptarse o reencontrarse con las tendencias naturales.
Para Folch, que considera que cualquier idea es prescindible ante otra diferente- quizá mejor- optar por la idea de sustentabilidad, en el sentido de perdurabilidad en el tiempo, no es sino una postura de creencia o de fe, no una visión (moderna) reflexiva o dubitativa de la realidad.
De otro lado hay cosas que son insostenibles pero que continuarán por un largo tiempo, por ser parte de grandes fuerzas o tendencias humanas: el mercado, la desigualdad, la violencia, la familia, el actual sentido del confort, podrían ser ejemplos ilustrativos.
Además, lo sostenible no necesariamente puede ser agradable, no tiene que ser el paraíso perdido, la tierra de leche y miel. El hombre interactúa sobre la realidad a través de proyectos y con ellos puede alterar la realidad (incluso siendo esta sostenible) por otra diferente. Que el resultado pueda ser mejor, igual o peor; que el producto pueda ser más o menos sostenible, o no serio, dependerá de la decisión o la casualidad, pero ello no puede negar el potencial creativo que tiene la libertad humana.
En suma, para Folch, "ni todo lo que hay que cambiar es insostenible, ni todo lo que es sostenible debe ser mantenido". Bajo este enfoque "el desarrollo sustentable debe ser entendido básicamente como una idea subvertidora" (motivadora a la acción), no como un concepto abstracto vinculado a la continuidad o perdurabilidad en el tiempo.
Otro de los enfoques de la sustentabilidad está asociado a la mentalidad ecológica y a los valores de la equidad, reciprocidad o simbiosis. Se distingue aquí un doble reclamo: equidad entre los hombres (justicia, solidaridad) y equidad entre la sociedad y la naturaleza (idea de la sustentabilidad).
La actual conceptualización de la equidad humana presenta un enfoque amplio superando la visión clásica que la asociaba sólo a la distribución de la riqueza. la equidad, forma operativo de referir el valor justicia, alude hoy a la igualdad de derechos como a las oportunidades de acceso o usufructuo de las riquezas naturales o creadas, al manejo de la información, al desarrollo de las capacidades locales, el liderazgo compartido, la participación en la toma de decisiones, entre otros factores.
Este enfoque de la equidad implica aceptar tres postulados fundamentales: primero, que el uso o aprovechamiento del patrimonio natural debe darse dentro de la "capacidad de carga de los sistemas sustentadores de vida" o de los "límites del espacio ambiental disponible" (Gráfico 2); segundo, aceptar un rango relativo de bienestar basado en los valores de la suficiencia- eficiencia y una ética de responsabilidad global; tercero, la legitimidad de la desigualdad humana basado en la diferencia de capacidades y esfuerzos (este postulado- base de la idea de competitividad- resulta fundamental para asegurar la continuidad del progreso histórico humano contrarrestando la ley de la entropía que indicaría que si no hay fuerzas de innovación, primarían las fuerzas de degradación).
Como simbiosis la noción de sustentabilidad la encontramos en la propuesta del "contrato natural" planteado por Michel Sierres(Sachs, 1990). El plantea que para la humanidad no es suficiente el contrato social sino que debe haber un pacto con la naturaleza. Sostiene que el hombre puede hacer muchas cosas con la naturaleza, pero si la destruye va a morir también. El parásito- el hombre- no puede vivir sin su hospedero- la Tierra -, estando entonces convocado a encontrar una forma de simbiosis. Ello supone ciertamente renunciar a la aspiración de querer controlar la naturaleza y la vida, pero no a renunciar a un papel protagónico.
Como se conoce la mentalidad racionalista y el espíritu interventor moderno surgen con el Renacimiento y la revolución científica del siglo XVI en adelante, haciendo pensar al hombre que ya todo era posible, que la tecnología le permitiría liberarse de la dependencia de su medio, que podría por fin ser dueño de la naturaleza, el rey de la creación. Entre otras, esta idea está expresada en el pacto que Fausto hace con el diablo para ganar la inmortalidad (Goethe, 1905).
Los resultados de esta actitud arrogante los conocemos: la crisis ecológica global, la superpoblación, entre otros hechos, que nos hacen ver el riesgo de la insustentabilidad de la vida en el planeta.
3.3 SUSTENTABILIDAD: REFLEXION Y ACCION
Es casi una convención asociar la ecología a la ciencia (en el sentido positivo de apego a los procedimientos y los datos) y el ecologismo a la política (como ámbito de las ideas y valores, la normatividad y formulación de políticas, la realización de acciones o la generación de opinión).
Esta diferenciación, bastante coherente por cierto, se sustenta en la clásica distinción entre el conocimiento y el juicio, la ciencia y la ética, la reflexión y la acción, la objetividad y el compromiso. Esta distinción es constitutiva del pensamiento occidental, sobre todo desde los albores de la época moderna.
Ahora bien, esta polaridad no funciona mas, por dos razones. La primera es que la evolución de la noción de ecología hasta su actual enfoque holístico y transdisciplinario, ha superado la misma noción de ciencia asociada a la especialización (al menos en su acepción positivista). La segunda es que la magnitud de los problemas ecológicos, y los imperativos de acción que ello implica, requieren mucho más que datos sobre los fenómenos, esto es el involucramiento y articulación de los actores con prácticas de aporte a las soluciones.
Por ello, hablar de ecología hoy implica un amplio espectro de conocimientos coherentes con una visión integrada del mundo; y ecologismo, una postura de intervención- fáctica o simbólica- fundada en un sólido conocimiento y una opción ética global. En ese sentido, más allá de la distinción didáctica, o el énfasis relativo de especialización personal, la ecología simbólica y la ecología operacional son dos momentos- diferenciables pero complementarios- de una misma praxis humana globalizadora.
Similares el debate respecto a la conceptualización del ambiente y el ambientalismo como forma de intervención. Ambiente es un concepto integrador del conjunto de componentes de la realidad que son significativos para el ser humano. Estos componentes pueden ser fácticos (físicos, químicos, biológicos), histórico- culturales (ambientes construidos, la vida social), como simbólicos (cosmovisión, ética, estética).
El ambientalismo es una visión del ambiente desde la lógica política, que es la lógica con la que se interpretan las acciones o prácticas de los actores sociales que influyen en él. Así, los problemas ambientales tienen que ver con las actividades, relaciones y conflictos entre los distintos sectores de interés u opinión, antes que con datos científicos o técnicos. los problemas ambientales no se dan sino que se crean.
El aporte del ambientalismo estaría en su visión integradora de los problemas, como en la posibilidad de lograr "una asociación menos conflictiva de los distintos enfoques y de las diferentes disciplinas". En este sentido el aporte del ambientalista no constituye otra cosa que la iniciativa o el liderazgo en el tratamiento de los problemas socio- ambientales.
El ambientalista, de modo similar al ecólogo operacional, reclama inteligencia para delimitar adecuadamente los problemas, manejar las escalas espaciales, temporales y simbólicas, tejer asociaciones proactivas, conducir aproximaciones o incluso las mismas soluciones estructurales a los problemas; la diferencia entre ambos estaría en su formación o grado de conocimiento (el primero podría tener cualquier formación o incluso ser lego- caso de "Chico" Mendez -, mientras que el segundo requiere ser calificado en alguna medida en ecología), como en la eficacia de su acción política (el primero posee o cultiva las artes del liderazgo en tanto el segundo los del asesoramiento).
4. DESARROLLO SOSTENIBLE:APROXIMACIONES DESDE El PERU
La preocupación ambiental es un tema actual en nuestro país. Esto se expresa en los medios de comunicación, los discursos de técnicos o políticos e incluso el sentido común de la mayor parte de nuestra población, tal como lo han registrado encuestas realizadas por organismos especializados en los últimos años (APOYO, 1991 ; 1995), Cuánto (1997). También hay organizaciones dedicados a su tratamiento sistemático.
¿Pero qué significa esta preocupación?, ¿es sólo una percepción compartida o constituye ya un interés social?, ¿quién o quiénes expresan los intereses ambientales del país?, ¿cuál es su entronque con la historia, el pensamiento y las necesidades estructurales de nuestro país?.
Todavía está pendiente hacer una lectura de nuestra historia ambiental, pero algunas ideas se pueden adelantar esperando que sean de utilidad en la presente coyuntura mental y aporten a nuestra identidad como a la construcción de un ambientalismo propio que nos alcance y comprometa a todos.
Nuestro país es muy complejo. Existen muchos estudios y acercamientos comprensivos de sus características. Los hay desde las ciencias histórico- sociales, las ciencias naturales, la literatura, el arte, la tradición y saber popular, la fe religiosa, entre otras. Todas pueden ser válidas- unas más que otras- pues dan cuenta de los diferentes aspectos, momentos y actores de la realidad. Una lectura lúcida del país supone entonces tener en cuenta la totalidad de estos aportes. También un pensar que "inicie de nuevo" a partir de destronar el imperialismo de la razón teórica objetiva y dar confianza a la intuición (Santuc, 1995). Una expresión de esta ampliación de enfoques comprensivos es la crítica al cientificismo y el crédito que dan a la obra literaria- por ejemplo de José María Arquedas- algunos autores al evaluar el desempeño de las ciencias sociales en el país (Portocarrero, 1993) o la búsqueda de conocimientos sobre nuestra realidad por caminos realmente insospechados: los sueños infantiles (Portocarrero, 1989) o la locura (Ruiz, 1994).
No es propósito de este trabajo hacer una relectura integral del país, sino simplemente advertir su necesidad y proponer- entre otros acercamientos- una evaluación histórica correlacionando intensivamente las dinámicas humana y ecológica, como lo intentan Pablo Sánchez (1994), Antonio Brack (1994) o Ernesto Yepes (1993).
También se propone sugerir la articulación del pasado con la visión prospectiva hacia el futuro, sobre la base del uso diversificado de nuestro territorio, tal como fue planteado ya en la década pasada por Francisco Sagasti (1993), al diseñar los futuribles o la moderna utopía peruana. Otro aporte en este sentido fue hecho por la Comisión Nacional preparatoria de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo en su informe final (CNUMAD, 1992).
Versiones más actuales de este pensamiento integrador del país, desde un enfoque más operativo y empresarial, puede encontrarse en el Movimiento Perú 2021, el Proyecto Empresarial Peruano (PEP) y la visión de futuro construida por CADE 1996.
Esta "visión ampliada" del país es la que posibilitará cuestionar tradicionales y arraigados esquemas mentales (por ejemplo que el Perú es un "mendigo sentado en un banco de oro"), que han subvalorado e inhibido el aporte del trabajo y creatividad humanas desperdiciando oportunidades de crear riqueza (Castro, 1995), como tampoco han permitido percibir ni valorar la diversidad de paisajes, recursos biológicos y genéticos con que contamos- entre otros potenciales- planteados tempranamente por autores como Dourojeanni (1987).
Igual es el caso de la visión de "país agrario" teniendo no más del 5.91% del territorio apto para actividades agrícolas, (predominando las tierras de aptitud forestal, las de pastos y las de protección) o constatando que el país está ubicado en una de la zonas más propensas a la desertificación a nivel mundial- siendo árido el 36% de nuestro territorio sobre el que se asiento el 90% de la población incluyendo la mayor porte de la actividad agropecuaria, industrial y minera del país)- (INRENA- PNUMA-FAO, 1993).
O aquella visión del país construida a partir de la percepción y experiencia costeña y andina, sin considerar que 60% de nuestro territorio es amazónico con los grandes aportes- de ecosistemas y culturas- que ello implica para el desarrollo futuro del país y la misma sustentabilidad de la vida en el planeta, tal como lo resaltan Heinrich Herberg (1995) y recientemente el Instituto de Investigación de la Amazonia Peruana (IIAP, 1996).
Un replanteamiento de esta magnitud comprometerá las clásicas disciplinas e identidades académicas (economía, sociología, antropología, etc.), abriendo en cambio otras (la ecología humana por ejemplo) y definitivamente obligará a enfoques integradores, transdisciplinarios y operativos (proyectación ambiental).
4.1 NUESTRAS TRADICIONES: (El "AMBIENTALISMO" ANDINO)
Existe base suficiente para afirmar que en el Perú la preocupación sistemática por el conocimiento, la conservación y el manejo racional de los recursos naturales tiene sus raíces en la experimentación desarrollada por los primeros pobladores andinos (Earls, 1989). Este aporte todavía no ha sido suficientemente valorado en función al conocimiento universal que ya tenemos. Se sabe que en la historia de la humanidad la civilización apareció originalmente, con seguridad, sólo en tres regiones del planeta: en Mesopotamia, en Mesoamérica y en los Andes Centrales, es decir en el Perú (Santisteban, 1997).
Hoy conocemos que los pueblos andinos, enfrentados a una naturaleza adversa, desarrollaron sistemas tecnológicos realmente innovadores (la agricultura o la domesticación de animales) como sustentables. Aunque ello fue posible por el tipo de Estado y la disciplina social derivada, papel fundamental tuvo su cosmovisión en la que había de por medio una relación cálida entre el hombre y la naturaleza.
Frente a ello, la colonia- entre otros efectos- significó la postergación y abandono de este saber. El interés extranjero saqueó nuestros recursos e introdujo prácticas nocivas que hasta hoy perduran. La república no varió esta lógica, incorporándole su dosis de responsabilidad en la no valoración y defensa de nuestras riquezas naturales.
La cultura andina, eje vertebral de nuestra identidad nacional, es entonces tributario de esta triple herencia, por ello no todo lo propio puede considerarse como adecuado a nuestros fines de desarrollo humano y ecológico.
4.2 El IDEAL PRAGMATICO: (El USO EFICIENTE DE LOS RECURSOS)
Si bien latinoamérica tiene aportes decisivos al establecimiento de los valores de la modernidad (Quijano, 1988), sus propuestas de modos de producción, consumo, organización, comportamiento llegaron como "paquetes neocoloniales" desde los países capitalistas desarrollados (paradigmas de exitosa modernización) en el presente siglo, especialmente luego de la Segunda Guerra Mundial. El beneficio ofrecido fue el dominio de la naturaleza y el bienestar económico y social. Los instrumentos para lograrlo: la modernización científico- tecnológica y la creciente productividad.
La propia modernidad y su ilusión de abolir la escasez y satisfacer las necesidades de vida humana, ha tenido de base la idea faústica que con el conocimiento se podía conquistar la naturaleza (Friedman, 1986; Sacks, 1990). Aunque la referida ilusión es milenaria y la idea del dominio de la naturaleza es propia de la concepción judeo cristiana en que "el hombre es el rey de la creación", es sólo con la modernidad científica y tecnológica que se adquieren los medios y la posibilidad de "hacer uso eficiente de los recursos naturales".
El mejor ejemplo de ello esta en los fundamentos y el paquete tecnológico de la llamada "revolución verde" (Gomero, 1990). Esta audaz propuesta se planteó abolir el hambre con una agricultura moderna y tecnificada, de monocultivos, alta mecanización, abonos sintéticos, plaguicidas, semillas mejoradas, sistemas de conservación, transporte, etc. Pero cuatro décadas después, la satisfacción del hambre- y otras necesidades básicas- es todavía una ilusión para millones de personas en el mundo, debido a las falacias de esta modernización instrumental.
Y en el balance de sus efectos ecológicos (depredación de recursos, deterioro de ecosistemas, contaminación de ambientes) tienen responsabilidad tanto los sistemas capitalistas como los socialistas que compartieron muchos valores económicos y tecnologías: el incremento de la productividad y la mecanización por ejemplo.
En nuestro país el ideal pragmático de la eficiencia hizo escuela en las universidades y sigue formando generaciones de profesionales agrónomos, industriales y mineros interesados sólo en la rentabilidad económica, no en la sustentabilidad del proceso productivo. Esta es todavía una actitud colonialista, pero sobre nuestros recursos.
El ambientalismo contestatario a esta realidad es el más ecuménico, le preocupa por igual el destino del hombre corno el de su entorno global. Quizá el miedo a la muerte del planeta (por la contaminación) o el miedo a la carencia (por la falta de recursos), expliquen su adherencia a una sensibilidad (desencanto de la modernidad) o al ecologismo filosófico (optimismo racionalista).
4.3 El IDEAL ROMÁNTICO: (LA PRESERVACIÓN DE LA BIODIVERSIDAD)
En el país existe también otra racionalidad sobre la naturaleza. Están los preocupados por los parques nacionales, por la preservación de muestras de ecosistemas y especies de flora y fauna en peligro.
Este enfoque tienen su origen en uno de los mitos norteamericanos: la nostalgia por la naturaleza virgen o "wilderness' que encontraron al llegar y que luego depredaron (Schmidt, 1991). Pero además expresa un sentido romántico de la naturaleza, en la que la visión contemplativa de la vida silvestre deriva en la vocación por conservarla tal cual. Sentido de culpa moderno por la destrucción y sensibilidad estética postmodernista sustentan la opción preservacionista, al que también se le ha sumado la necesidad del conocimiento a través de la investigación pura.
La base social de este enfoque lo constituyen principalmente profesionales biólogos y forestales y su vigencia en el país se remonta al trabajo de pioneros investigadores como Raymondi o Kalinowski. Su racionalización justificatoria sustenta la importancia de revalorar nuestra biodiversidad y- últimamente- contribuir al desarrollo. Su mayor aporte al país lo constituye su apoyo a la gestión de las áreas protegidas. También las experiencia de uso sustentable de recursos por parte de poblaciones aledaños. El desarrollo es un camino para la conservación.
Dentro de este enfoque es conocida la agria polémica sostenida entre el fallecido Felipe Benavides y algunas personas y organizaciones conservacionistas. El primero, heredero de la escuela naturalista inglesa- aristocrática y romántica- de los cazadores de safaris africanos, los arqueólogos de las pirámides de Egipto o los exploradores de los polos, resaltó siempre su "aporte personal, voluntario y desinteresado" a la conservación de las ballenas, vicuñas y otras especies; nunca aceptó la idea de que ello fuera una profesión, sólo una tecnología y menos que fuese rentada.
Los segundos, formados con la escuela norteamericana- moderna y tecnificada- han dado y siguen dando su aporte calificado al país trabajando en entidades estatales o a través de organizaciones dedicadas al diseño y ejecución de planes de manejo de áreas o especies; su aporte es profesional y reciben a cambio una remuneración que- en principio- no compromete su ética de servicio y su amor por la naturaleza.
4.4 LA VISION INTEGRADORA:(UN PERU SOSTENIBLE PARA TODOS)
Sobre estas vertientes, en los últimos años han ocurrido algunas- muy pocas- aproximaciones orientadas a una conceptualización integral del ambiente y el desarrollo en el país. En cambio el proceso práctico ha sido diverso y productivo.
Las primeras reflexiones han girado en torno a la idea del ecodesarrollo. Este planteo integrador resultó fundamental para comprender que el ecodesarrollo no es sólo el mejor control o manejo del ambiente o los recursos, sino que implica la "búsqueda de una integración simbiótica y armónica del hombre con la naturaleza en base a una cultura, una ciencia y una tecnología adecuadas y adaptadas a nuestros sistemas ecológicos" (Kolmans, 1989).
Una definición operacional del ecodesarrollo fue hecha por el Congreso Nacional de Biología del año 1988. Se la definió como una "estrategia necesaria para el desarrollo orgánico, autónomo, independiente y deliberado que se basa en el establecimiento de una sociedad justa, capaz de generar los recursos necesarios para su existencia manteniendo un equilibrio dinámico entre los recursos que se producen y los que se consumen dentro de sus ecosistemas, lo que sólo es posible si se maneja racional y adecuadamente dichas estructuras en su conjunto. El ecodesarrollo por lo tanto supone desarrollar sin destruir dentro de una perspectiva futurista más que inmediatista (Torres, 1989).
Otra aproximación fue hecha desde el denominado etnodesarrollo entendido corno una "praxis y una política social alternativa que integre en la estructura del país, aquellas relaciones indígena- medio ambiente que han sido adoptadas eficaz y adecuadamente por los pueblos nativos de la amazonia peruana que, además de expresar una identidad étnica, permiten configurar un sistema racional y una democracia integral con reconocimiento y respeto a la diversidad" (Foy, 1989).
El antecedente legal más integrador fue el Código del Medio Ambiente promulgado en 1990. Coherente y amplio en conceptos, fue sin embargo mediatizado por carecer de suficiente sentido de viabilidad y consenso económico.
Otros esfuerzos por darle sentido operativo y viabilidad al desarrollo sostenible en el Perú se desplegaron en el proceso de preparación de la Cumbre de Río. Uno de ellos- que lamentablemente quedó trunco- fue desplegado a iniciativa de una ONG ambientalista gestado por hombres de negocios: Sociedad Pachamama. Su propuesta planteó la opción de dar "un nuevo enfoque al desarrollo" a fin de superar los problemas estructurales del país y de aportar a la solución de los problemas ambientales globales; planteaba en función de ello prioridades claras en cuatro rubros: social, económico, ambiental y científico- tecnológico. Para su viabilidad proponía una alta participación de la actividad privada y las ONGS, el apoyo del Estado y la estrecha cooperación de la comunidad internacional, esfuerzos que debían concretarse a través de un acuerdo internacional para el desarrollo sostenible del Perú (Sociedad Pachamama, 1991).
Otro esfuerzo significativo fue hecho en estrecha coordinación entre el sector público y el privado; fue el Informe Nacional que el Perú presentó a la Cumbre de Río. Allí, en la sección denominada Estrategia Nacional para la Conservación se presentó el denominado enfoque ecosocial del desarrollo con programas masivos orientados a fusionar el trabajo remunerado y el beneficio ecológico de los resultados, como a integrar adecuadamente el medio ambiente en el patrón de desarrollo de base exportadora. Para ello se plantea la concertación Estado-sociedad, la activa participación de la población organizada, la descentralización y el ordenamiento ambiental (Comisión Nacional UNCED, 1992).
En términos prácticos de la gestión, en el primer quinquenio de esta década, prosperó la opción articuladora del ambiente y la economía, pero no la articulación del ambiente y la equidad social. Expresiones de ello son las normas de promoción de la inversión privada (DL.757-91) y el conjunto de normas reglamentarias de los sectores productivos.
Este sentido se advierte también en el concepto de desarrollo sostenible asumido por el Consejo Nacional del Ambiente (CONAM, 1997). El concepto proviene del Informe Brundtland, pero en algunos de sus términos menos conocidos: "proceso de cambio en el que la utilización de los recursos, la dirección de las inversiones y la orientación de los cambios tecnológicos e institucionales, acrecientan el potencial actual y futuro para atender las necesidades y aspiraciones humanas".
4.5 APORTES COMPLEMENTARIOS
Desde la experiencia de trabajo a nivel de organizaciones de la sociedad civil y tomando como referente nuestra característica de país andino- amazónico, llamamos la atención sobre algunos componentes posibles de ser considerados en la conceptualización del desarrollo sostenible en el Perú.
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domingo, 28 de julio de 2013
Desarrollo Sostenible una visión crítica desde el Perú
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